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Flagelo de la esclavitud: Siglo XXI


Un caso emblemático en Argentina: Marita Verón

Un caso emblemático en Argentina: Marita Verón

Cuando en las cátedras de economía se enseña la sucesión de modos de producción que se registró históricamente, se suele señalar que el esclavismo caracterizó a la antigüedad de Grecia y Roma, aunque en realidad el tráfico de esclavos fue una práctica que se consideró admisible hasta diversos momentos del siglo XIX. Después, se dice que vino el feudalismo, práctica que se basó en las relaciones entre los señores y sus vasallos. Ese orden se desmoronó cuando a raíz de la pujanza de la burguesía, se estableció el capitalismo.

Pues bien, los libros clásicos no pudieron prever de ninguna manera una realidad que aflora en el siglo XXI: la convivencia simultánea de todos las variables… El orden que impera todavía es capitalista pero las determinaciones que adoptaron en primera instancia los gobiernos de los países centrales para intentar una salida a la crisis, merecieron que se ironizara sobre un supuesto sesgo socialista. Claro que el socialismo no se define a sí mismo por una mayor o menor intervención del Estado en un contexto de todos modos capitalista, sino por la propiedad pública de los medios de producción y de cambio.

Por otro lado, varios sociólogos acusan que transitamos un período neo-feudal, ya que ante la deserción del Estado, las corporaciones trasnacionales toman su lugar e incluyen bajo su protección sectores diversos de la sociedad e inclusive, poblaciones enteras. Es la conducta que desarrollan en la región varios de los grandes terratenientes de origen extranjero… Por último y como bien sabemos desde tiempo atrás, existe en nuestro país mano de obra esclava. Así, esclavismo, feudalismo, capitalismo y socialismo tienen existencia simultánea, en el marco de una compleja trama de relaciones económicas, políticas y sociales que ninguno de los economistas clásicos pudo avizorar dos o tres siglos atrás.

¿Será para tanto? Según informes estadounidenses, se calcula para todo el planeta la existencia de 27 millones de esclavos, cifra que no tiene nada que envidiarle a los peores momentos de la trata. En la explosión de la esclavitud intervienen muchos factores, entre ellos, la globalización de la economía, que empujó a la pobreza a centenares de millones de personas. Como se sabe, entra la exclusión y la violencia delictiva las relaciones son íntimas… Por el otro lado, la búsqueda inescrupulosa de rentabilidad constituye el ingrediente que faltaba para el crecimiento de la esclavitud. No sólo en el Tercer Mundo sino también en el mundo desarrollado.

Según cuantificaciones del Departamento de Justicia de Estados Unidos, al menos 800 mil personas se trafican cada año a través de las fronteras internacionales y hasta 17.500 nuevas víctimas cruzan cada año los límites del país. Otros 30 mil esclavos pasan por Estados Unidos al ser transportados a otros destinos. Casi no que queda distrito estadual norteamericano que no fuera escenario de al menos, un hecho de esclavitud.

Ya comentamos en otras ocasiones aquí que el comercio de seres humanos rivaliza en la actualidad con el tráfico de drogas y las transacciones ilegales de armas, como una de las actividades criminales más encumbradas. El comercio de esclavos se sitúa en el tercer lugar de la lista pero acorta la brecha. Según un informe que el Departamento de Estado norteamericano dio a conocer, el FBI estima que el comercio de esclavos genera réditos anuales por 9,5 mil millones de dólares. Otros informes que emitió la Organización Internacional del Trabajo (OIT) suponen que en realidad, la cifra está cerca de los 32 mil millones de dólares.

Las textiles y su relación con el trabajo esclavo

Genera escalofríos en el espinazo comprender que aproximadamente 27 millones de congéneres carecen de libertad para vivir su vida. Bajo mecanismos de coerción, realizan trabajos que sólo tienen como meta solidificar las ganancias personales de sus amos. Si quisieran escapar de esa condición, pondrían en riesgo su existencia o inclusive, la vida de sus familiares.

Las mejores cómplices que tienen los nuevos traficantes de la esclavitud son la pobreza y la inequidad, que garantizan una multitud de reclutas. Se cuentan por miles los padres que en los países más pobres y ante la desesperación de su miseria, optan por vender a sus hijos. Las mujeres jóvenes de comunidades en extrema pobreza están más expuestas a ser trasladadas a lugares lejanos. Se cuentan por millares los traficantes que engañan a los hijos de papás rurales, con promesas de becas, educación libre y una vida mejor, meras tretas que conducen al mercado de la esclavitud.

Seis años atrás, el Departamento de Estado publicó “Un mundo esclavizado”, sin que los grandes medios de comunicación se escandalizaran demasiado. Es que para la mayoría de la gente, es incomprensible que una práctica aberrante goce de tanto vigor, después de las aboliciones que se dieron paulatinamente durante el siglo XIX. No obstante, la práctica se expande día a día. Inclusive en la Argentina.

Lejos de la consideración mediática general, sólo interesada en el derrumbe económico, en ridiculizar al gobierno nacional o en los hechos de violencia estándar, un puñado de mujeres suele esforzarse para poner en tela de juicio la “institución de la prostitución”, cuya relación con la moderna esclavitud es íntima. Obviamente, en el país no existen estadísticas confiables que permitan dimensionar la magnitud del flagelo, pero se supone que del total de mujeres desaparecidas, aproximadamente el 80 por ciento está en situación de prostitución de manera involuntaria. Además sostienen que la ley contra la trata de mujeres que se aprobó en 2008 es insuficiente para luchar contra tamaño castigo, ya que la víctima debe probar su condición cuando en realidad, debería perseguir al proxeneta sin mayores trámites.

Sonados y dolorosos casos que pudieron llegar a los tribunales en los últimos años permitieron que el gran público tomara contacto con las facetas más escandalosas de una práctica aberrante. Inclusive dependencias del gobierno nacional intervinieron en la desarticulación de redes de trabajo esclavo. Pero da la impresión de que hacen falta mayores esfuerzos y que se torna imperioso avanzar en políticas de Estado sobre la materia.

Fuente: El Cordillerano