El canto de un alma poética…

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Religión (Tercera parte)


Hace pocos días (el 31 de octubre), se cumplieron 4 años de un evento que pienso que no se va a repetir, como tampoco olvidar; aunque sin conexión con esa fecha, se me dio por volver a uno de mis escritos y me emocionó de modo incomprensible todo el asunto. Eso, además de un mensaje:


Javi.. sabes hay personas que destacan en grupos por hacer las cosas de forma especial y con una gracias que concuerda con el grupo… pero hay otras que rompen esquemas y se los tacha de ¨loco¨, pero al pasar los años, las generaciones que vienen, terminan viendo en ese loco que rompió esquemas en su tiempo , una referencia. ¨En lo personal el loco que rompió todos los esquemas al aparecer en un escenario donde muchos decían esperarlo pero que verdaderamente no lo hacían ,es quien a ganado un profundo y merecido lugar en mi corazón ¨, pero volviendo al tema sos una de esas persona que rompe esquemas y que deja a muchos con ¿? jeje … y que sin lugar a dudas muchos de tus escritos serán apreciados y considerados por las generaciones que están viniendo; una generación que tiene hambre de una identidad, de encontrar no solamente respuestas a los interrogantes que surgen, sino también que les sean sinceros con los contra y los pro con los que se van a encontrar.

Por otro lado algo que me gusta, (aunq siendo sincero muchas veces lo veo como un atrevimiento y como una falta de respeto por los pioneros que nos pusieron en nuestras manos el libro que te puede cambiar todo estilo de vida), es con la claridad con la que vez cosas que aveces ni las notamos en nuestro entorno y en la que sin darnos cuenta vamos cayendo… SOS PARA DEJAR PENSANDO, y disculpa mi falta de respeto, aunq se que no lo vas a ver así, pero sos como eso pensadores aveces dificil de comprender, xq rayan la locura para las masas, pero que entendiendo y comprendiendo dicen palabras ciertísimas…

Y ya que me cope escribiendo, .. ,me gustaría preguntarte, y quizás de forma inocente, como es el tema? tu fe ,tu conviccion? ah cambiado o se a fortalecido? a traves de todo lo que ves en lo político, regioso, cultural, nacional, mundial, y un grande etc. espero tu respuesta

Y no se asusten que no es la continuación de la historia trágica e interminable historia de una familia que no sabía con qué se encontraría al entrar en una iglesia; creo que a los que vivimos la experiencia, nos sucedió en su justa medida, de acuerdo al grado de compromiso con el que afrontamos la fe. Sólo a mí podría ocurrírseme volver a llorar por la historia de un pibe medio nerd y su hermana brillante. ¿Qué fue de todo aquello? Son etapas de la vida, momentos que quedan marcando tu existencia a pleno, como cualquiera de esas grandes experiencias que se diferencian de todas las rutinas de la vida. Me imagino que si pudiera descifrarse la trama psicológica de ese cuento, podría entenderse mucho de lo que me tocó vivir esos años de peregrinaje. De pronto, que un amigo te llame respetuosamente «loco», y anuncie que lo que pensás y dejás escrito va a servir para el futuro, vale la pena. Es motivante y quisiera a veces haber dedicado un poco más de vida a forjar ese pensamiento espiritual. Después de eso, el desarrollo de un pensamiento político, filosófico o lo que sea, es interesante también, pero nunca removería las capas de esa vida de tantas emociones indescriptibles. En algún momento me di cuenta que el mote de cristiano fue una alusión dada a los definidos por gente que vio cómo vivía esa gente; no era una autodefinición como lo es hoy. Entonces, que alguien tenga inquietud por lo que pasó con mi fe, es interesante por demás. Poco tiempo antes, como está mencionado por allí, alguien supuso que había apostatado de mi fe por las palabrotas con las que suelo expresarme por escrito. Mi fe, para los que no saben, fue el título de la primera canción que compuse, hace muchos años ya. Esa canción fue tan especial en la vida de mi familia, que aquella noche de hace cuatro años, ni falta hizo premeditar un ensayo con mi hermana para cantarla. Hoy, después de meses de no hablarnos, podríamos cantarla del mismo modo.

Una imagen de la vigilia del 31 de octubre de 2010

Pienso que en algún momento de la vida, es preciso sincerarse y replantearse todo aquello que ha sucedido. Preguntarle a Dios las cosas que nunca te hubieras atrevido antes, cuando cumplías las formas. Reclamarle las cosas que no viste cumplidas, preguntarle los porqués. Todo sigue estando igual bajo el sol y cada vez se entiende con más nitidez que lo profetizado sobre nuestros tiempos está muy bien definido. Hasta la fe ha sufrido el embate de los tiempos y en nuestros días, sobra la religiosidad. Nada más. El vídeo es la canción que se canta ese día del regreso de la hermana Maggy a la Comunidad de la Fe Verdadera. Yo hoy no tengo todas las respuestas, o prefiero esperar a un mejor tiempo para plasmar todo aquello que pudiera decir al respecto. Lo que pasa en el mundo político, en lo cultural, lo nacional, en todo lo que hace a nuestra vida hasta llegar a nosotros mismos, es como un gran necesidad de Dios; como un hambre que nos va matando, y como todos sabemos, el hambre del mundo podría resolverse de modo muy sencillo si se quisiese, pero no hay ganas. Fue bien densa la pregunta de mi amigo, como para no saber qué responderle más que «¿vos me decís loco y te zarpaste con todo ese choclo?»

Si el tiempo pudiera detenerse en algún punto, yo quisiera que se hubiera quedado en pausa en esos días de movimiento, por ejemplo. Pero la vida sigue su curso y te encontrás cosas tan interesantes o más que aquellas. Tu vida se hace un rompecabezas bien complejo, como para que cuando te vienen con preguntas puntuales, sacás el puzzle y se lo desparramás arriba de la mesa: arreglate y divertite. Yo todavía no termino de armar el juego. Andá a saber si la historia de la Comunidad de la Fe Verdadera no merece otro capítulo.

Lo que me llamó la atención es que al cuento lo hayan leído hoy varias veces y de distintos lugares del mundo. Un amigo de Moscú lo replicó; creo que el cuento merece su lugar en el mundo, porque para los que no saben lo que es la vida de la fe, con esta ficción podrías hacerte una buena idea, y si no alcanza, hacele el intento vos mismo y viví tu propia historia en tu propia comunidad de la fe verdadera.

Enlances del cuento Religión > Primera parte – – – Segunda parte

Y al que escribió el comentario: podemos charlar en cualquier momento cuando nos encontremos; por lo pronto, gracias por esos conceptos dedicados a mí. Es como para hacerle un cuadrito y colgarlo en la pared.

Pensar que al del saludo lo conozco desde mucho antes de tomarle yo esta foto…

Yahweh!


El Sagrado Nombre.

En los Mandamientos habrás leído que no está permitido usarlo en vano y los judíos llegaron a tomar la costumbre de no pronunciarlo. Y el mundo religioso no soporta que un galileo salga por la vida diciendo «Yo soy el pan de vida» (pues ahí está el Nombre), que una banda de rock se ponga a cantar secularmente canciones con el Nombre o que fuera de los muros de una iglesia, alguien quiera hablar de lo que los acreditados no hablaron todos estos días porque no entienden mucho lo que pasa, no saben leer los tiempos, les dijera el Nazareno. Yo aprendí mucho más sobre la paz con las canciones de U2 que en las clases bíblicas, porque de hecho, demasiado poco aprendí de los pseudo-maestros que tuve en esos menesteres; el que más me convencía, quizá, es Rick Joyner, a quien ahora encuentro muy partidario del canibalismo porque cree en todo ese cuento de la excepcionalidad de su país y de otras cosas que lo hacen errar la interpretación. Pero, quién lo culpa, si así y todo, es un comprometido maestro de las Escrituras, salvando esos desajustes. Sin embargo, de quien aprendí a cuestionarme hasta los tuétanos, fue de Philip Yancey y sus maravillosos libros que escribe para sí, no tanto para los demás. Y cuando todo ese mundo de mojigaterías baratas, se queda en la previsibilidad, se requiere el coraje de ir por la milla extra para no terminar todos enlodados en el mismo charco. Entonces, por qué el pueblo que usufructúa el nombre elegido usa el Nombre en vano, con falso testimonio, para robar y para matar, sin que nadie repare que nos están estafando. No te dejes confundir ni encandilar por falsas estrellitas, porque cuando las palabras no guardan coherencia con los hechos, no podemos estar ante la verdad. Es como toda esa tropa de cristianoides que discuten siempre respecto a la Biblia y resulta que ni la leen. Por eso, yo me quedé pensando siempre en el sentido de las canciones de U2, sobre todo, cuando el que me invitó al mundo de los irlandeses fue un tío que no cree en Dios, pero sí canta estas canciones y con ellas es que alguna vez nos sentamos a hablar sobre la fe. Porque ante situaciones como las que se viven estos días en la franja acosada por el canibalismo, cualquier ateo se pregunta «Dónde está Dios cuando se sufre», y tal el libro de Yancey en el que aborda la fe desde los dilemas más escabrosos que dan vueltas por el alma humana. ¿Dónde está Dios cuando pasa lo de Gaza? ¿Dónde está Dios cuando el Don Pancho se hace el yo no fui y habla de esas mismas ambigüedades que sirven tanto como la tibieza en el Reino de los Cielos. No podés ostentar semejante autoridad eclesiástica y salir a decir cualquier cabeza de pescado. Termina la gente prefiriendo escuchar a unos rockeros que a vos. Porque no es para cualquiera la cuestión de afrontar la verdad y menos, en un mundo que mira para otro lado cuando asesinan despiadadamente y en nombre de la defensa, a los niños de Gaza, violando todos los Derechos Humanos que están basados, justamente en esos principios mosaicos que pocos recuerdan a la hora de justificar barbaries.

Dolor por la pérdida de un hijo

Mi análisis de la situación, luego de días de desamparo y de preguntarle a Dios cómo podía permitir semejante atrocidad, es que Gaza está con los dolores de un parto y camina a su libertad. No puede ser que el mismo pueblo que se atrinchera tras los horrendos crímenes del nazismo, cometa las mismas barbaridades en contra de otro pueblo que no tuvo que ver en aquel despropósito de las cámaras de gas. Y claro que no se trata del mismo pueblo, ya que los judíos verdaderos no quisieran que se los compare con tal nivel de bajeza; ellos no aceptaron de entrada la constitución de un Estado sionista y hoy marchan por el mundo, mostrando su indignación y repudio a que se los use con fines perversamente políticos. Los que son los mismos sufrientes en varias décadas son los palestinos. Dios ve la injusticia y no hay que meterlo en el juego macabro de los avaros forjadores de muerte.

Dr. Mads Gilbert in Gaza

En la Ley Divina se exigía tal respeto por la vida que un judío no puede comer la sangre de un animal sacrificado. Y la vida humana tiene su altísima estima como para que se juegue con armas no convencionales en esta sanguinaria invasión. Y las canciones tenían su lugar en ese clamor hebreo en busca de la libertad, individual o colectiva. Estos días se volvió a hablar de la lucha entre David y Goliat en esta afrenta a la Humanidad, pero los roles fueron cambiados porque David no es el que ostenta la estrella celeste. El gigante que confía en el poderío de sus armas puede volver a caer por simple efecto de la soberbia. El clamor a Dios no puede fallar. Yo volví sobre las canciones con las que reflexioné muchas veces respecto a la Paz. No pocos se sorprendieron cuando el himno de esos inicios rockeros de los irlandeses creyentes se volvió a cantar en un estadio repleto en Chicago. Hasta Adam, el descreído del grupo contó que esas experiencias eran todo un rito sagrado. Y no es para menos, cuando se canta el Nombre Sagrado, seguido de un número muy simbólico: 40.

Se trata del Salmo que lleva ese número. Es un grito de confianza en medio de la persecusión.

Pacientemente esperé al Señor
Él se inclinó a mí, y oyó mi clamor
Me sacó del pozo
del lodo cenagoso.

Y hasta entiendo, si querés, la desorientación de los que debieran saber qué está pasando. Acaso no saben que el verano está en camino. La Primavera Árabe forma parte de la fantochada caníbal. Quizá por eso, Gaza sufre estos días. Llega un momento en que la mentira ya no puede sostenerse por muy bien armada que esté. Yo también fui acostumbrado a pensar que los musulmanes son todos terroristas y que hay que desconfiar de cualquiera que use un larga barba y turbante. Hoy, tengo mucho más desconfianza del terrorismo de gente blanca y lampiña que se viste con los mejores trajes del vestuario occidental. Pero no es una cuestión de razas ni de educación; el doctor noruego del Hospital Shifa es alguien ante quien hay que sacarse el sombrero por su calidad humana y el alto respeto por las vidas de las víctimas de este genocidio atroz.

Yo cantaré, cantaré una nueva canción

El sufrimiento judío a lo largo de Segunda Carnicería Humana del siglo pasado también fue insoportable e infinita como el dolor expresado en los cientos de manifestaciones por el mundo hoy. Y no hay que confundirlos porque caeríamos en la misma trampa otra vez. Un verdadero judío no puede estar del lado del desprecio a la vida como lo que presenciamos hoy. Dios no está del lado de un terrorismo implacable, y vuelvo a insistir en que israel tiene todo derecho a defenderse y defender a sus ciudadanos, pero acá no estamos ante una defensa del mismo modo que no lo fue cuando Hitler invadió Polonia. También sé que no es nada sencillo digerir algo que derriba muchos mitos respecto al sistema de valores y creencias de tanta gente de buena voluntad. Es más sencillo, como lo ha sido siempre, acusar al mensajero como hereje y desacreditarlo porque no puede ser que nos saquen así no más de nuestra zona de confort religioso con una canción mundana y palabras de solidaridad con los que sufren. Es que una canción puede cantarla un estadio entero para seguir luego todo igual; eso pasa también cada domingo cuando los que van a cantar sus penas a una iglesia, siguen siendo irrelevantes para el mundo de oscuridad y perversión que nos toca. Algo cambió para siempre en estos días de masacre en la tierra de los prisioneros en la asediada Franja de Gaza. Y cuidado que no me convertí en musulmán ahora, como tampoco abandoné la fe que me ha costado tanto entender estos días pasados. Se nos escapa a veces, que hasta el diablo se viste de angelito de luz y por eso, hay que fijarse bien quién es el que usa el Sagrado Nombre de Dios. Acá la verdadera guerra viene siendo la Verdad y Palestina lo demostró porque el mundo estuvo en el dilema de no saber qué campana creer. ¿Le creemos al «pueblo de D…» o asumimos que nos estuvieron mintiendo descaradamente? Nos van a querer seguir imponiendo guerras sangrientas y nombres tomados de las Sagradas Escrituras para denominar a las operaciones militares. No olvidemos lo que pasó después del 11S en que se invocó a la Justicia Divina para ir a por Armas de Destrucción Masiva que nunca fueron encontradas. Y ahora que se utiliza armamento prohibido por todas las convenciones, nadie se acuerda ¿porque las usa el pueblo elegido? ¿Elegido por quién? La Biblia enseña que Israel fue elegido para ser un pueblo Santo, sagrado, no un pueblo de caníbales. Entonces, cuando haya un pueblo que honre esos estándares, creo que no habrá ningún drama en reconocer su excepcionalidad, porque de hecho, el mundo los respeta y reconoce más que a ningún otro. Pero del otro lado está el palestino, al que no parece interesar que se lo reconozca. Hay que tener mucho cuidado con la religión porque la quieren usar para acabar con el mundo, y los que la manipulan son los más irreverentes que caminen el mundo, por mucho que apelen a eufemismos bíblicos.

¿Hasta cuándo cantaremos esta canción?

Quizá la pregunta de los Salmos y repetida por Bono, la cantemos hasta que haya más coherencia espiritual en este mundo. Porque si hablamos de Justicia, hay Criminales de Lesa Humanidad que deben pagar por su delito acá en la Tierra. Y mi artículo no pretende ser una solicitada teológica, es un cuestionamiento estilo Philp Yancey que en alguna ocasión se sintió también desilusionado con Dios. Los religiosos se escandalizan de una actitud de fe semejante, pero el propio primo de Jesús, cuando estaba en una cárcel política -como tantos niños palestinos hoy-, tuvo la comprensión del Maestro que no se molestó en realizar uno de Sus milagros para sacarlo de ahí, como tampoco usó de Su influencia para evitar que la cabeza llegue al plato. Hay misterios que no podrán ser explicados con un par de versículos sacados de contexto. No es que me las sé todas respecto a ese complejo mensaje escritural de tantos cientos de años, escrito para otra cultura y hoy es tergiversada para sostener el papel de opresión ejercido sobre un pueblo. Lo que sí sé es que este ejército caníbal no tiene nada de pietismo ni convicciones espirituales como para mirar hacia otro lado como lo hizo la FIFA, como lo hace la ONU, como también el Premio Nobel de la Paz.

Qué bueno sería, después de todo, que cuando hayan eventos así, salga gente con genuina claridad espiritual a poner las cosas en su lugar.

Despiértame cuando pase el temblor


El aplastamiento de los palestinos y la destrucción de su sociedad siguen siendo «invisibles», y el futuro es algo de lo que deben preocuparse otros.
-Amira Hass, citado por Noam Chomsky en Estados Fallidos

gaza huye

La fiebre del Mundial hoy terminó y la concentración que caracteriza a estos eventos fue aprovechada por el peor terrorismo del mundo para burlarse una vez más de todos nosotros. Argentina, mi país, fue la selección derrotada, pero eso es un dato menor y basta para explicarlo futbolísticamente de la siguiente manera: Árbitro designado por la FIFA, de Italia (como una sutil ironía que nos remonta a la previa final entre ambos protagonistas en Italia con un arbitraje que decidió el curso de las cosas, como hoy). Listo, eso es todo desde Brasil. Hasta el 2018. El Maracaná no se acordó que existe Gaza en lo absoluto. ¿Será una simple casualidad o una omisión inofensiva? Sé que no. En la FIFA, nada está librado al azar. El Papa recién se despertó hoy en la misa dominical para hacer un tibio comentario, de esos que no molestan a nadie, tal como el llamado «llamado al cese del fuego» por parte de la ONU.

Pero en Gaza, ya la historia no resiste para más. Israel continúa haciéndose la víctima y la humanitaria. Dicen por ahí, que se toman el trabajo de llamar a los posibles afectados por los salvajes bombardeos y tienen videos que distribuye la Prensa Occidental para acreditarlo. Las casi 200 víctimas que lleva cobrado el canibalismo debe ser una fría estadística. Pero dicen que Israel se está defendiendo de la misma forma que Hitler se quiso defender de Polonia y Bush de las Armas de Destrucción Masiva. ¿Importa acaso si son 50 millones de vidas humanas como en la segunda carnicería del canibalismo o si van 200? Es que dicen por ahí que los palestinos no tienen dignidad de seres humanos, y quizá por eso es que no escuché referencia oficial en Argentina respecto a esta aberración humana.

Y leí en un buen sitio cómo es que pasa esto de que las guerras sigan y sigan a pesar de lo que nos enseñó tanto horror y semejante deshumanidad: «Otra razón es que la violencia vende. Bombardear ciudades o disparar a puentes con misiles inteligentes es muy atractivo visualmente para el espectador común. Muchas personas miran las noticias como si estuvieran viendo una película de acción. Pocas personas pueden ver la dramática dimensión de la guerra y sentirse incómodas. La gran mayoría mira las noticias en nuestro tiempo de cultura de la violencia en espiral como si fuera un tipo de entretenimiento« ver la nota original

Y es impresionante cómo se logra subyugar el sentido común con un poco de adoctrinamiento barato. Todavía todos tienen miedo de citar lo obvio porque se trata de Israel y eso significa meterse con el Holocausto y entramos en tierra sagrada, aunque esa tierra está maldita de tragarse tanta sangre fraternal con la inocencia de civiles que nada tienen que ver con el acto atroz que perpetró Hitler. El Holocausto fue siniestro, sin lugar a dudas, pero hoy Israel hizo de la Franja de Gaza una remake de lo que hicieron los nazis en Varsovia, por citar un caso. Entonces, ¿cuál es el parámetro desde el que hablamos? Los niños y sus familias que tienen que abandonar hoy sus casas, van a hacinarse del mismo modo que se lo hacía en esos días en los ghettos. Y se supone que se creó un Organismo Paranacional que supervisara este tipo de acciones y arbitrara por el bienestar de los pueblos del mundo y la paz de todos, pero Netayahu afirma descaradamente que la operación continuará. Y qué se puede esperar del burro más que una patada, dicen por ahí. Raro, que la ONU se quede como si nada cuando se trata de las fechorías israelíes. O, en lugar de raro, los que sabemos qué cosa pasa en realidad con los maníacos que dirigen al mundo, debiéramos decir obvio.

Puede ser que estemos demasiado bien adoctrinados por la maquinaria propagandística del belicismo que muestra siempre la sangre y la destrucción en sus películas taquilleras, pero ningún superhombre yanqui va a hacer nada por salvar a Palestina como en sus estúpidas películas . El tibio gobierno de Obama (tibio en este tipo de casos) no parece tampoco reaccionar, sumándose al Pontífice y a tantos otros. La situación es muy crítica en Gaza, pero no lo viene siendo solamente cuando caen las bombas de fósforo, sino con ese continuo estado de sitio y la prohibición total a la dignidad humana.

Y Chomsky, para volver a las fuentes, afirma: «A menos que se aplaque por completo a los enemigos, la violencia tiende a engendrar violencia a modo de respuesta«, y es lógico que así sea, y es lo que busca Israel para que el mundo crea que es justificado su proceder. Y cómo es que ando yo escribiendo en contra de Israel cuando por empezar, soy cristiano. No creo que haya en mi ciudad otro que se haya atrevido a ir al fondo de la cuestión y todos compran la publicidad engañosa: Israel, el Estado político, no es el Israel bíblico, entonces, si yo convalido el accionar de estos caníbales, me estoy convirtiendo en cómplice de los más aberrantes Crímenes de Lesa Humanidad. Y algunos sostienen que Hamas es terrorismo y estoy de acuerdo. Los palestinos no están a favor de que se los relacione con un grupo extremista, pero es lo que han generado los mismos perpetradores del horror que hoy se vive.

Es extraño que a este tipo de planteos nadie sepa responder con propiedad. También encontré estos días una solicitada de la Red Internacional de los Judíos Antisionistas que pone las cosas en claro en cuanto a lo que sucede en Palestina: Ver solicitada. Y en Argentina, al más profesional de los periodistas, Pedro Brieger, se lo cuestionó severamente por hacer alusión a la sospechosa cuestión de los 3 jóvenes secuestrados y asesinados de Israel que dio comienzo a este desparpajo bélico

Y, hablando de Mundial de Fútbol y toda su parafernalia, supuestamente con altos valores humanos, vale el dato de que un futbolista portugués, Cristiano Ronaldo, volvió a donar 1 millón y medio de euros para los niños de Gaza. Y se lo considera un soberbio y no se cuánta cosa más. Dios quiera y aparecieran muchos más de esos soberbios. Y se habló mucho de la vergüenza de este país y del otro y del anfitrión por jugar como jugaron a un deporte en el que se gana y se pierde. Brasil no es ninguna vergüenza por el 1-7 ni por el 0-3. Portugal no lo es por haberse ido en primera ronda. Lo que debiera avergonzar al mundo es lo que hace Israel con Gaza, no puede ser, algo tiene que hacerse pero no se puede permitir que la Franja de Gaza y su millón 700 mil habitantes sigan siendo prisioneros de la mayor cárcel a cielo abierto en el mundo.  El mundo no puede seguir viviendo una parafernalia pasajera y masiva sin dar lugar a las atrocidades cometidas en estos últimos días en Gaza.

No le deseo el mal a Israel, sino todo lo contrario. Le deseo paz. Paz. Pero deseo que Israel deje de bombardear con armas prohibidas a sus vecinos porque la Ley de Dios, que ellos tanto ponderan a la hora de justificarse, dice que tienen que amar a sus vecinos, cosa que también le cuestiono a todo aquel ciudadano estadounidense de su pseudo cristianismo cuando el país en el que viven y tanto ponderan, comete con todos sus vecinos las más horrendas vejaciones. Digamos Cuba, por caso. Y mirá que los cubanos con todo su socialismo, cumplieron hace poco 10 años de una cruzada de la que debemos sacarnos el sombrero y aplaudir. En cambio, Estados Unidos, cuando dice que ayuda, hay que asustarse muchísimo porque hasta hoy, su fomento de la democracia en el mundo,  o su lucha contra el terrorismo o el narcotráfico, son meros eufemismos que usan para validar sus atrocidades.

Es un horrendo mundo en el que nos toca vivir y no puedo dejar de recordar al Papa plantando arbolitos hace poco tiempo, cuando ahora, le hizo la vista gorda por muchos días a lo que pasa. «Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres«, dijo el Maestro de Galilea y lo rememoró Pink Floyd en esa canción con la que escribí hace pocos días: Lloro por Palestina. Pero a la Jefatura Mundial está en otra y lo sabe muy bien; tiene cola de paja porque la verdad le queda muy grande a todos.

Los niños de Palestina que deben dejar por una colonización abominable pueden tranquilamente sentirse identificados con las líneas de una canción argentina:

Nadie me vio partir
Nadie me espera

Y muchos de esos niños, en lugar de partir, hoy habrían querido mirar ese hermoso espectáculo que sucedió en tierras brasileras, y tal vez, solo tal vez, habrían coincidido en que le robaron el campeonato a la Albiceleste porque un árbitro italiano, etcétera.

Lloro por Palestina (I cry 4 U Palestine)


Pasar del furor por la alegría deportiva a centrar la mirada en un rincón perdido del mundo, olvidado, denigrado por todos. Y no me resultó fácil llegar hasta aquí por razones espirituales, es que sabés, Israel es el Pueblo de Dios y todo el blah blah blah. Entonces, imaginate lo que es asistir a una reunión el fin de semana y escuchar que alabamos al Dios de Israel, cuando Israel es el símbolo hoy de la vergüenza mundial. No es el mismo pueblo que padeció el Holocausto. Qué paradoja, no? Usarse los estandartes de esa tragedia descomunal y cavernícola del nazismo para cometer los mismos atropellos en contra de un pueblo indefenso.

How long we’ll sing this song? / Hasta cuándo tendremos que cantar esta canción?

Y el mismo espanto que me generó mirar documentales sobre el Genocidio perpetrado por Hitler y sus secuaces, hoy me horroriza porque tuve acceso a videos que no quisieras jamás ver. O acaso, si vas mucho al cine de la industria propagandística del canibalismo, estés más en condiciones que yo, de mirarlos, supongo. Pero nadie salvará a los palestinos que resisten hoy a las bombas prohibidas por las convenciones. Te diste cuenta que la ONU es una fantochada garrafal? Pero esperemos que un día, caminemos mano a mano, sin distinciones de ningún tipo. Me duele Gaza, hoy.

Yo, argentino, que debiera estar completamente absorto por lo que sucederá el domingo en el Maracaná, prefiero saber que mañana, los niños de la Franja de Gaza amanecerán sin que les lluevan las bombas de fósforo; quisiera saber que ellos no tendrán que llorar mañana porque ese día que me prometen que llegará está demasiado lejos. Yo prefiero que desaparezcamos hoy todos de la faz de la Tierra y no que caiga otra bomba de los asesinos sobre un hospital palestino, por ejemplo. Pero hemos atravesado tanto y tanta barbarie, que hoy a los alemanes no los vemos como esos salvajes infrahumanos que ponderaron a una mente siniestra. No tendría problemas de saludar y sentarme a la mesa este domingo junto a los alemanes y hablar con ellos de nuestra rivalidad futbolera o de los clásicos de su literatura o de la Novena Sinfonía de Beethoven, que, dicho sea de paso, no entiendo cómo es que se le ocurrió siendo contemporáneo de otro caníbal como Napoleón (Hoy nos hace falta la esperanza ésa del Himno de la Alegría). Pero se me hace muy difícil asistir hoy a la iglesia porque no entiendo qué hace esa nación que lleva el nombre del Pueblo de Dios; pienso que lloraría de dolor con sólo escuchar la referencia a ese Dios Poderoso en batallas, que cuando quiso mutarse hacia el Príncipe de Paz, Su mismo Pueblo lo colgó de una cruz. Quiero saber por qué Palestina, por qué así.

Y hace apenas días, alguien me preguntó si apostaté simplemente porque ahora escribo «mierda». Yo escucho a los que siguen en el circo de ignorancia hablando de orar por la Paz de Israel y me escalofrío. Si Israel no es la víctima de nadie, por qué llorar nuestros muros de lamentos. O acaso, debiéramos pedir que se calme el furioso Israel, el inhumano Estado criminal, que tenga un poquito de calma, de templanza, de Humanidad, de Paz. Me asombra que a los «cristianos» no les duela Gaza. Me sorprende el poder hipnotizante de una doctrina cuestionable y que nos está llevando al desastre en todos los sentidos. Pero nuestro calvario es más lento que en Palestina; a nosotros nos está matando la deforestación, el consumo de alimentos transgénicos, las enfermedades que tienen su razón de ser, la ambiciosa obsesión de los multimillonarios que conviven entre nosotros. En Palestina, un padre vive el desconsuelo de que su hijo haya sido llevado prisionero por implacables hombres armados que no atienden ni entienden razones de ningún tipo, y las paredes de esa prisión infantil, no caerán esta noche, la puta que los parió. Esos niños son la escoria del mundo nuestro que el domingo concentrará su atención en una batalla ficticia y de apenas 90 minutos del Deporte Rey, y en Río de Janeiro, el Maracaná se burlará con una completa indiferencia de todas estas muertes que se cuentan como estadística deportiva y que, para colmos de males, en la Prensa Occidental se tergiversa llamándosela confrontación, guerra, enfrentamiento o eufemismos de ese tipo, cuando en realidad, en lo profundo de mi corazón, creo, que estamos asistiendo a un Genocidio implacable. Pero cuando veo a esos doctores luchar por salvar una vida en pedazos, me doy cuenta que todavía, lo último que se pierde es la esperanza. Porque de otro modo, sería tiempo de prohibir los nacimientos en un mundo que asiste a lo que está pasando en Gaza y sufre por lo que le sucedió a Brasil en un encuentro deportivo. De qué modo la verdad nos hará libre, si los Mundiales son auspiciados por las mismas empresas que avalan que se perpetre lo que pasa en Palestina hoy?

Yo anoche me reí mucho para variar, con los #maschefacts y la ocurrencia y genialidad del humor estilo argentino. Y me desvelé una buena parte de la noche, camuflando esta intensa preocupación y dolor por lo que nos está sucediendo, porque no quiero otra Guerra Mundial en la que nos matamos entre pobres para que los magnates recojan nuestros despojos recién después de que nuestros cuerpos se hayan podrido en el campo de batalla. Si Obama quiere jugar a la guerra con Merkel, Hollande, Cameron, Putin y Netayahu, el resto del mundo podemos acordar en regalarles todo el armamento que necesiten para que se maten tranquilos y en completa indiferencia de nuestra parte. Pero sabemos que ellos no son lo que ostentan; hay mentes siniestras, atrincheradas en su anonimato y riqueza, como lo advirtiese John Lennon.

A mí. me enseñaron que bandas como Pink Floyd o John Lennon, son diabólicos, pero me atreví a cuestionar los parámetros preestablecidos, y acá estamos, al son de una canción que a ningún «músico cristiano» se le ocurriría, llorando por Palestina,  porque cuando la oración no sirve (aprendí de tanto leer la Biblia), el clamor puede hacer algo más.

En lo profundo de mi corazón, sigo esperando el Reino que vendrá, si bien por lo que muestran los reinos de este mundo, las monarquías me asustan ya. Pero no quiero decir que algún día el llanto cesará, cuando hoy devastan a Gaza porque sí no más.

Veremos a dónde va a parar mi llanto. Me solidarizo con esas vidas arruinadas para siempre por un enemigo salvaje y extremista.

Sé que un día venceremos sin necesidad de matar a nadie. Por eso, el domingo, cuando mire lo que pase en un terreno de juego, pensaré en los niños de Gaza, a los que gusta tanto el fútbol argentino también; supe que un bar bombardeado era sitio de encuentro para el partido de la selección de mi país. Pero qué más puedo hacer hoy, aparte de llorar?

el amor es la máxima ley

 

Religión (Primera parte)


Todo se nos hacía nuevo y la gente a nuestro lado parecía feliz, escuchábamos todo con atención y si bien no entendíamos muchas de las cosas que se daban por sobreentendidas, iríamos adoptando con disimulo cada uno de los clichés, y al llegar a casa compartimos las dudas que nos surgieron para saber si de algún modo, alguno de los integrantes de la familia se había dado cuenta lo que al resto pasó desapercibido.

Era un cambio rotundo en nuestro estilo de vida, más allá de que por dentro las cosas seguían estando en la misma condición. Aplaudíamos sermones y decíamos “amén” como el resto, en una suerte de motivación para el predicador que, por lo general, era el pastor Héctor D. Villegas. Todos al principio nos trataron con demasiada deferencia y nos hicieron sentir valiosos, pero eso se fue diluyendo con el curso de las reuniones. Mi hermano Jaime pensaba que íbamos camino a ser parte de la hermandad en todo el sentido de la palabra. Teníamos que comprarnos una Biblia cuando menos para no ser mirados como sapos de otro pozo. Al principio venía la hermana Cecilia o el hermano Víctor y nos extendían con toda la amabilidad del orbe sus propias Biblias, señalándonos incluso el preciso lugar donde habría de leersela Palabra de Dios.

Del primer sermón nos acordamos muy bien el pasaje, porque fue el tema de conversación durante varios días en casa, sin que tuviéramos cómo mitigar las dudas. Sacábamos nuestras propias conclusiones pero se nos hacía todo confuso, porque ni siquiera la exposición tuvo algún grado de relación como para aclararnos la idea.

“Yo soy la Vid verdadera y vosotros los pámpanos…”

Nunca en nuestras vidas nos habíamos encontrado con esas palabras y cuando la primera noche, después de la reunión nos pusimos a debatir al respecto, papá llegó a pensar que podría ser una metáfora, pero el pastor lo había planteado con tanto énfasis en el modo indicativo que nos parecía que había que habituarse a nuestra nueva identidad. Además, como lo había dicho Jesús, entonces, era palabra sagrada y no se cuestionaba ni se preguntaba. En aquella reunión los presentes se limitaban a decir «amén», y cada tanto un agudo grito de «¡Gloria a Dios!» que nos asustó mucho en un primer momento.

Lo que no se nos ocurrió cuestionar bajo ningún punto fueron las ofrendas. De hecho, tuvimos una agradable sensación de que pudiéramos hacer nuestro aporte económico a la causa. Siempre habíamos gastado sin reparos en distintos eventos que organizábamos, o a los que nos invitaban, así que no veíamos por qué en este caso, tendríamos que pensar de otro modo. La hermana Priscila fue la que con su cálida sonrisa nos dispensó un «Dios bendice al dador alegre» y la reunión siguió su curso con canciones y una oración para la clausura, en la que nos íbamos en paz y en comunión con Dios y los unos con los otros.

No es que fuéramos expertos en analizar disertaciones, ni mucho menos, pero el pastor se puso a hablar de cosas que le pasaron en el supermercado y también habló de que sus hijos van tan bien con sus carreras universitarias, que eso demuestra que son verdaderos discípulos. Entonces, Jaime codeó a Magdalena que estaba a su lado, porque este trimestre había sacado una sustancial ventaja en sus estudios con respecto a su hermana. Magdalena, que tenía un profundo amor propio tomó eso como un desafío, si bien, la mención pastoral le provocó un grado de recelo hacía los hijos del pastor. Llegó incluso el punto en su alocución en que el mensajero se vanaglorió del puesto en la tabla de posiciones de su equipo de fútbol preferido, lo que ocasionó un murmullo marcado por la rivalidad entre los grandes del fútbol argentino. Se refirió también a la cuestión política de la ciudad y destacó la labor de algunos de los hermanos que nos pareció fácil identificar por esa cara-de-yo-no-fui que pusieron.

Como éramos nuevos, al final del mensaje la cosa se tornó emocional y con una música de fondo un tanto desprolija del tecladista, nos invitaron a mostrarle a todo el auditorio que nosotros éramos una manga de pecadores de primera, y entonces, como no queríamos resultar groseros ante la propuesta, pasamos y repetimos una oración prefabricada, que después supimos que era la del pecador. Lo sorprendente del caso fue que Jaime se despachó en lágrimas el-muy-lindo y nos quedamos mirando como diciendo ¿es o se hace? Claro que el señor quedó como un duque y fue el prototipo del pecador arrepentido, aunque su comportamiento pareció no haber sufrido ningún tipo de cambio en lo sucesivo.

Yo, volví a casa gozándolo y de ese modo mitigué bastante lo ofuscada que estaba Maggy, que había tomado como una escena de la peor bajeza la actitud del penitente. Por supuesto que esa semana no le resultó fácil al gran actor de la familia puesto que ante cualquier contrariedad suya, le sacábamos en cara sus lágrimas de cocodrilo y llegaba a ponerse verde de la bronca pero no tenía cómo rebatir nuestra lógica. Lo extraño del caso fue que en las siguientes reuniones dominicales, nos tocó en turno a Maggy y a mí el concierto de lágrimas y ni siquiera nos lo propusimos. Nos empezaron a tratar de hermanos y ya andábamos para todos lados anteponiendo el grado de filiación llamando incluso hermano papá y hermana mamá a nuestros progenitores. Ellos lo tomaban a bien, a pesar de que un día mamá andaba con los patos volados y mandó a freír churros al inoportuno hermano Jaime. Lo bueno era que ya no se peleaban tanto en casa como antes.

La tarde que hermano papá llegó a casa con un par de Biblias muy bonitas, tuvimos una de las veladas familiares más hermosas de las que tengamos memoria. No teníamos ni idea de qué leer y el misterioso libro no parecía querer contribuir a que lo entendamos porque ante la sugerencia de mamá de abrirlo en un lugar cualquiera, porque seguramente encontraríamos un pasaje revelador, dimos con:

“Recoge de tus tierras tus mercaderías, la que moras en lugar fortificado. Porque así ha dicho Jehová:
He aquí que esta vez arrojaré con honda los moradores de la tierra,
 Y los afligiré, para que lo sientan.”

 

Guardamos un reverente silencio que parecía impedirnos hasta respirar, pero entonces, papá pidió que nos fijáramos dónde estaba eso para chequearlo en su propia Biblia. Mamá le dijo que era la página quinientos noventa, y como él no encontró nada de eso en la suya, volvimos a asustarnos hasta que Maggy fue la iluminada que sugirió buscar el índice y entonces, entendimos que había nombres distintos y algunos resultaban conocidos como Proverbios, Apocalipsis, Génesis (que era el grupo favorito de hermano papá). Así fue que vimos que había algunas diferencias entre las dos Biblias, pero respondían a una cuestión de presentación, más que a otra cosa. Entonces, decidimos dejar sin efecto nuestra incursión fortuita para buscar algo que pareciera más entendible. Yo propuse que nos fijáramos en eso de los pámpanos otra vez pero Jaime dijo que había notado que el cantante de la iglesia siempre mencionaba a los Salmos y que aparentemente, las canciones las tomaban de ahí. Así dimos con que los Salmos constaban de ciento cincuenta capítulos, porque mamá se había dado cuenta que los números grandes coincidían en número con los capítulos atribuidos en el índice a cada nombre, y cuando Maggy quiso cerciorarse de si había otro nombre con más capítulos, hojeando nombre por nombre, Jaime se le adelantó y tomando la Biblia de hermano papá, recurrió al índice para descubrir que ningún otro llegaba ni remotamente al cien.

Entonces, volvimos sobre los Salmos y nuestra primera referencia fue el capítulo setenta que empieza diciendo

Oh Dios, acude a librarme;
Apresúrate, oh Dios, a socorrerme.
Sean avergonzados y confundidos los…

 

–Bueno, bueno. Suficiente –dijo hermano papá. –No nos apresuremos. Uno sólo de los numeritos está bien. Ahora busco yo, uno.

El nuevo pasaje ya nos parecía más comprensible. Era una súplica, puesto que así se titulaba. Papá decidió irse hasta el final; al número ciento cincuenta.

Alabad a Dios en su santuario;
Alabadle en la magnificencia de su firmamento.

 

Ahora era el turno de hermana mamá y como era de esperar, se fue al otro extremo.

Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas,
Que da su fruto en su tiempo
Y su hoja no cae;
Y todo lo que hace prosperará.

Ella eligió el numerito tres y no el uno. Ahora, el turno de hermano Jaime.

Yo anduve errante como oveja extraviada;
busca a tu siervo,
Porque no me he olvidado de tus mandamientos

 

Cuando dijo que era el capítulo ciento diecinueve, y el versículo ciento setenta y seis, nos provocó bronca por esa actitud suya de siempre. ¿De dónde había sacado que los numeritos se llamaban versículos? Hermano papá determinó, para colmos, que el tipo tenía razón. Nos sobraba; le pasó la Biblia a hermana Maggy y lo hizo como diciéndole “tratá de emularme, nena”.

Te alabaré, oh Jehová, con todo mi corazón;
Contaré todas tus maravillas.

 

Y se puso a cantarlo, porque se había grabado hasta la melodía de esas palabras que a nosotros se nos habían pasado por alto en la iglesia. ¡Bingo! Ahora, hermano Felipe… hermana mamá me miró compasiva como diciendo “nadie te pide que hagas maravillas”. Yo elegí el número de mis años y para no variar, me gustó bastante el numerito uno que hermano Jaime había dicho que era “vernáculo”, o algo así.

En Jehová he confiado;
¿Cómo decís a mi alma,
Que escape al monte cual ave?

 

Y contentos con nuestra primera incursión en el relato bíblico, nos fuimos muy felices a dormir; hermano papá, como nunca antes, nos dio un abrazo a cada uno, incluida hermana mamá y dijo que nos amaba. Hermana mamá se largó a llorar y hermana Maggy, para no quedarse atrás, le hizo honor a su nombre.

Nos fuimos acostumbrando a la rutina de asistir tres veces por semana, cuando menos, a la iglesia. Nadie nos dijo por qué ni para qué, pero uno comienza a mimetizarse con el entorno de a poco, para ir pareciendo cada vez más una parte de esa comunidad. Al principio lo necesitábamos mucho, sobre todo por las cosas que estaban sucediendo en casa, y nos sirvió encontrarnos con la fe.

Fue todo un acontecimiento asistir por primera vez a una reunión con Biblias, a pesar de que sólo hermano papá y hermana mamá tenían. Ese día, cuando se anunció el pasaje que se predicaría, hermano Jaime arrebató de las manos a hermano papá su Biblia y se volvió a dar sus aires al encontrar el capítulo, incluso antes que muchos de los miembros regulares. Yo trataba de llevar un registro de esos detalles y recuerdo que se dijo Filipenses dos, del uno al cinco. Hermana mamá, junto a hermana Maggy, debieron recurrir a la pedante ayuda de hermano Jaime, porque no sabían si se trataba del capítulo dos, del uno o del cinco.

La exhortación fue bastante comprensible, ya que hablaba de cómo debíamos tener esa misma actitud de humildad, como para no creernos más que los demás, sino que teníamos que servir, en vez de andar dándonosla de importantes. Yo estaba tan atento a la exposición que en un momento fijé la vista en hermano Jaime, que se fue sonrojando, y largué una carcajada que resultó embarazosa para toda la familia, ya que el resto giró al unísono para mirarnos, mientras se hizo un silencio mortal desde el púlpito. Hermano papá me llevó casi a las rastras para el baño, mientras el orden parecía restablecerse como si nada hubiera pasado. En ese calvario que significó la vuelta a mi lugar, luego de la reprensión, caí en la cuenta de que había una hermanita que estaba como para enamorarse de una. El desgraciado de Jaime me esperaba con su acostumbrada sonrisa maquiavélica que, si no fuera por el sagrado marco y el hecho de que me llevara cinco años, se la acomodaba de una trompada. Lo bueno es que ahora tenía algo con lo que calmarme y volar en mi imaginación. Ya no me volví a concentrar en lo que se predicaba. Todo siguió su marcha normal hasta la oración final, aunque ya nada era lo mismo para mí que, de tanto en tanto, giraba para asegurarme de que ella seguía iluminando mi existencia. Me hice el que tenía que pasar por su lado a la salida y aprovechando la casualidad, la miré otra vez y le dije “Hola… eh… ¡chau!”. Ella, con el más inamovible de los tonos, me respondió “Dios te bendiga” y yo me sentí un soberano idiota al no ubicarme en el contexto adecuado para saludar a una hermanita que, a esas alturas no me interesaba en absoluto como hermana justamente.

– ¡Qué cosa seria con vos, Felipe, eh! –Sentenció hermano papá, apenas salíamos – ¡Reírte como un reverendo nabo, delante de todos!

–Siempre el mismo pelot… ¿Vi…vieron qué lindo mensaje? – dijo hermana Maggy, disimulando la palabra que hacía rato que no utilizábamos y casi se le escapa.

Mamá la regañó con una mirada desaprobadora, levantándole las cejas como para que se diera cuenta que había estado por cruzar los límites. Hermano Jaime caminaba más adelante pateando piedras, sin participar de los alegatos.

Desde entonces, se fue dando una sinergía muy especial entre hermano papá y hermana Maggy que los volvió muy compinches si bien, por otro lado, generó ciertos malestares en hermana mamá. Hermano Jaime seguía con su vida de siempre y en ocasiones se mostraba muy molesto de que usáramos el rótulo de hermano para acá y hermano para allá, con él. Hermana Maggy y hermano papá se volcaron con mucho interés al estudio de la Biblia y aunque a hermana mamá eso a veces le generaba curiosidad, por lo general, prefería seguir su telenovela favorita ya que afirmaba que era suficiente teología tener que soportar sermones interminables en la iglesia que solían dejar gusto a nada, como para tener, encima, que continuar en su vida hogareña investigando asuntos de otros siglos que se hacían difíciles de comprender. Hermano Jaime, por su lado, se ponía a jugar en la computadora y allí parecía entretenerse mucho más que con la santulona costumbre de leer la Biblia. Por mi lado, yo repartía mi tiempo entre tareas, cuentos y novelas y, cada tanto, me sumaba a la investigación que solía ponerse muy interesante, sobre todo cuando participábamos la mayoría de los integrantes de casa. También se había incorporado la tradición de elevar una oración de agradecimiento a la hora de las comidas; eso provocaba una disimulada vergüenza cuando éramos visitados por algún pariente o amigo de la escuela, pero hasta el Terry se tuvo que acostumbrar a la solemnidad de ese momento ya que un par de veces ligó una patada que le hacía sonar las costillas por irreverente.

Hermano Jaime comenzó a declinar su dominio en materia escolar y hermana Maggy tomó la delantera, seguida, algo de cerca por mí. Hermano papá la consentía cada vez más; hermana mamá por su parte la marcaba de cerca y no le perdonaba una. Hermano Jaime llegó a la decisión de no querer asistir más a la iglesia, pero le respondió el jefe de casa que nunca nadie le había preguntado si acaso estaba o no de acuerdo con ir. A mí, a esta altura, me ignoraban la estruendosa carcajada que coronaba estas anécdotas como si lo mío fuera un objeto decorativo de mal gusto en la sala de la casa, que había que conservar y resignarse a aceptar. La vida familiar ahora tenía sentido y empezábamos a sentir que había gente que nos estimaba realmente y que no estábamos a la deriva en este mundo.

Yo no sé si mi hermana se dio cuenta de las hormigas que me recorrían en toda mi geografía interna o qué, pero entabló relación con la chica de los ojos lindos, que ahora, para colmos, me hacía elevar vuelo con una mirada de cara ladeada y repetidos abrires y cerrares de pestañas. Hermana Maggy dijo, como quien no quiere la cosa, una noche durante la cena, que Andrea Carolina había preguntado por mi nombre y la infidencia me encontró tan desprevenido que se me escaparon de la boca tres ravioles con su rica salsa boloñesa y pasé a ser una vez más el blanco de todos los cuestionamientos por no saber guardar las formas ni siquiera en la mesa… Aproveché la retórica y la oración por los alimentos para preguntar si esta no era buena ocasión, acaso, para perdonarme los pecados así como Dios les perdona las que se mandan los presentes en el transcurso del día. “Con que Andrea Carolina y qué lindo le quedaba el nombre a secas.

Ya para la quinta semana de asistencia, entrando en el final de ese año bien vivido, comenzamos a distinguir a la masa congregacional por nombres y en veces, apellidos. También nos familiarizamos con los roles que cumplía un selecto grupo entre los cuatrocientos dieciséis miembros registrados. Claro que de las estadísticas a la realidad había un trecho de unas noventa y nueve almas que se traspapelaban, entre los partidos de fútbol del domingo, los que salían de viajes, los que se enfermaban y los que se hacían, los que habían calzado un laburito temporario que les impedía congregarse y, sobre todo, los que por alguna espina en el corazón, habían jurado por todos los santos no volver a pisar en su vida esa iglesia de mala muerte, bien que antes del conflicto ponían las manos en el fuego del infierno si hacía falta por el buen nombre de la Comunidad de la Fe Verdadera y su apreciado pastor Héctor Villegas.

La mayoría de los cuatrocientos dieciséis, no tenía idea sobre qué significaba el nombre de la institución siquiera, pero esas ganas de pertenecer que tiene la gente, los llevaba primero a buscar a Dios, porque era lógico que lo necesitaran, para después acomodarse entre los calienta-bancas siempre tan cuestionados desde el púlpito, amén de que en la práctica, el que acomodaba las sillas al final de la reunión tenía idea hasta de la temperatura corporal del que se había  apapachado durante esas buenas horas de liturgia. Yo lo cuento todo esto, porque me quería hacer el buen cristiano con el padre de Andrea Carolina Sambueza y entonces le ayudaba toda vez que podía al final de las reuniones.

Esa era la fórmula perfecta para ir conociendo, como quien no quiere la cosa, los dimes y diretes que hacían a la familia de Comunidad de la Fe Verdadera.

Cada uno de nosotros fue haciéndose de su propio círculo de amigos, que en la jerga eclesiástica tenían antepuesto al nombre, el siempre sagrado y benemérito rótulo de hermano. Ni que se te ocurra llamar de buenas a primeras por el nombre de pila a uno de los miembros porque era como apostatar de la fe.

Tanto el pastor Villegas, como su amada esposa, la pastora Rosa Villegas, se retiraban casi al tiempo del amén final, porque de esa forma evitaban roces con los hermanos y se libraban de los conventillos que se gestan porque a mí me saludó así nomás y a hermano Fulano si vieras con qué cordialidad le dirigió el saludo. Cada uno sabía qué pito tocaba en esa cotidiana rutina de reuniones casi calcadas. Nosotros llegábamos a casa acostumbrados al habitual comentario de lo buena que había estado la reunión.

Hermano papá y hermana Maggy habían logrado descifrar datos valiosísimos del registro bíblico. Ya empezaban a entender borrosamente lo que se escondía en ese Gran Manual codificado. A pesar de esos importantes progresos, cuando hermana mamá lo comentó al pasar en una de las reuniones de Dorcas, la reconvinieron advirtiéndole que se cuidaran de las falsas doctrinas y terminaron de asustarla, pobrecita.

El nuevo año nos encontró con nuevos desafíos y con toda la motivación, salvando las diferencias personales, porque no todos tomábamos las cosas de la misma forma. A mitad del primer mes, convocaron a mis papás a una reunión privada en la que les comentaron sobre la importancia del bautismo y de afianzarse en los caminos. Hermana mamá hubiera rechazado toda propuesta pero no quiso contrariar en nada a su esposo, viéndolo, como nunca, tan entusiasmado en algo que en definitiva no tenía nada de malo. Empezarían sus estudios prebautismales en la primera semana de febrero y los bautismos se celebrarían hacia fines de marzo, previo a la Semana Santa.

Desde ese mismo día, hubo una mejor razón para seguir escudriñando las Escrituras y ahora, gracias al amor que profesaban hermana Maggy y hermano papá por la Palabra de Dios, fuimos todos sumergiéndonos en los descubrimientos que caracterizaban a cada día. Nos habían pasado el dato de un vendedor de libros, Biblias, CDs, diccionarios y todo lo que tuviera que ver con la iglesia. Hermana Maggy guardaba una secreta admiración por ese extraño sujeto, porque conocía mucho sobre libros, la tenía bastante clara con la música y además, se ponía a hablar de la Biblia y se le iluminaban los ojos. Ahora, había música cristiana en casa y el ambiente parecía distinto en esas veladas en que, luego de cenar, nos volcábamos al estudio bíblico. Nos quedábamos hasta que nos vencía el sueño y siempre hermano Jaime era el primero en retirarse, aunque no la sacaba fácil en su intento de lograr licencia para pavear en internet. Decía que tenía agregados a varios de los hermanos de la iglesia en el chat, pero hermano papá no se chupaba un dedo. Hermana mamá y yo parecíamos turnarnos en ser los siguientes en la lista somnolienta. Hubo una de las noches, a fines de enero, que me levanté para ir al baño luego de haberme retirado a mis aposentos y escuché un llanto muy extraño en el estudio donde se quedaban hermano papá y hermana Maggy: nunca había visto llorar a papá como esa noche y no sabía si por la emoción, o qué, sentí esa noche una atmósfera intimidante y como electrizada. Ellos dos estaban con sus ojos cerrados y a hermana Maggy también le caían lágrimas sin que se la escuchara llorar. Me quedé contemplándolos y sin darme cuenta, mis labios se empaparon de un llanto muy pacífico y liberador. No puedo explicar lo que sentí esa noche y no le dije a nadie lo que sucedió. Creo que nunca en mi vida dormí con tanta paz como aquella noche.

Hermana Maggy esperaba con toda expectación cada noche para volcarse después de la cena a buscar esa sagrada sabiduría. Hermano papá llegaba de la aseguradora en que trabajaba y tenía tanta alegría, que ya no venía con los avatares que había tenido que sortear entre clientes y el jefe en su trabajo. Nosotros estábamos en vacaciones pero era tradición que nos preparáramos para el ciclo escolar que tendríamos ya que hermana mamá había cursado magisterio, a pesar de que hubo de abandonarlo cuando nació hermano Jaime. Nuestro esperado viaje a Mar del Plata, sería a mediados de febrero si Dios quería. Hermana Maggy se apresuraba a terminar el repaso en las materias que le habían costado más en su primer año de secundaria y abría el diccionario bíblico que hermano papá había comprado y que ella custodiaba con mucho celo. El vendedor incluso le había enseñado a usar la concordancia que había al final de la Biblia de hermana mamá. Nos contó también que era muy poco común que hubiera una familia volcada a estudiar la Biblia y que lo destacaba como ejemplo cada vez que podía y nos felicitó. Hermano papá le contó que se bautizarían pronto junto a hermana mamá. Hermana Maggy no podía hacerlo aún por la edad aunque ganas era lo que menos le faltaban. A mí se me hacía que ella le sonreía demasiado y le hablaba con una vocecita de condenada a muerte que le refregué en la cara un par de veces ese modo en que se le había dado por llamarlo: hermano vendedor. Ella solo sonreía.

Llegó el ansiado mes de febrero y el pastor Villegas decidió que no había nada de malo en que hermana Maggy asistiera en calidad de oyente a los encuentros prebautismales. Ella saltaba como becerro de la manada de la felicidad que tenía y yo, para no variar, le dije, “Ya sé cuál será el tema de conversación con hermano vendedor, ¿no?”

El sábado 2 alas 18:30 h sería la primera clase prebautismal. La expectativa que había en la noche del viernes era de novela. Las cosas habían cambiado muchísimo en estos primeros tres meses, que se cumplirían el día cinco. Y para hermano Jaime, la buena noticia era que al menos en esas horas del sábado, podría relajarse a gusto por un par de horas sin tener que pensar en religión. Era motivante el entusiasmo que tenían, y nos habían contado que los candidatos al bautismo eran cerca de veinte almas. En la Comunidad de la Fe Verdadera estaban más que contentos con este dato, puesto que lo que más se había estado buscando era hacer crecer a como dé lugar, el número de asistentes a las reuniones y que se registraran una veintena de miembros a la lista de buena fe, servía mucho a los intereses perseguidos.

Ahora captábamos mucho más el sentido de los sermones y hasta leíamos entre líneas, cuando se largaban indirectas como para corregir la conducta de alguna ovejita revoltosa. Hermano Jaime seguía jugando a encontrar primero el pasaje que se predicaría, pero le pasaban el trapo y yo hacía todo el esfuerzo en prestar atención a otra cosa, para no sucumbir a las risotadas que me inspiraban el cómico espectáculo. Ese sábado en la reunión general que siguió al curso prebautismal, el tema del sermón tuvo que ver con el paso de obediencia que se cumplía con el bautismo. Dio su rédito, porque la elocuencia con que habló el pastor Héctor, sirvió para que se sumaran seis interesados más al próximo bautismo. Cuando hicieron la convocatoria, hermana Maggy, casi en un acto reflejo, levantó su manito pero le volvieron a decir que no, que sólo podía asistir por ahora, como oyente. También el mensaje dominical fue una nueva zarandeada y los candidatos superaron con holgura los treinta. El sermón fue una pinturita y no era tanto que ahora comprendiéramos mejor, sino que estos días estaba claro que el pastor Villegas andaba muy inspirado. Me dijo Andreita que cada tanto se le iluminaban las ideas, pero que no le duraba mucho.

Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con él;
Sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de los muertos, ya no muere;
La muerte no se enseñorea más de él.

Fue como aquella vez, antes de enamorarme de Andrea Carolina, que me atrapó en toda su dimensión la disertación desde el púlpito. No fui el único que ese domingo guardó un silencio reverente ante la exposición. Nos habló como a novatos, con esa calidez didáctica que nos había hecho tanta falta al principio. Hizo la analogía que existe entre el bautismo y la muerte y resurrección de Cristo. Hermana Maggy me miró un par de veces y me sonrió, porque algo de eso ella ya había dilucidado y era el tema de sobremesa durante estos apasionantes días de febrero en que parecíamos vivir solamente el costado espiritual de la vida. Esa predicación fue crucial en lo que se avecinaba para nuestra familia.

El lunes comenzaron los preparativos para nuestras vacaciones, cuyo viaje emprenderíamos una semana después, el lunes trece. Hermana mamá era muy metódica en todo esto y no dejaba nada librado al azar. Los anocheceres seguían teniendo esa incipiente tradición de meditar y estudiar la Palabra de Dios. Ya no recibíamos visitas como antes. Los amigos de hermano papá lo habían olvidado y hermana mamá, no contaba con afectos aparte de una prima que venía cada tanto a pasear y las hermanas con quienes se comunicaba por internet, solamente, puesto que no vivían en Bariloche. Los días eran estupendos y el calor nos obligaba a participar de la pileta municipal junto a hermano Jaime. Hermana Maggy nos acompañó solo una vez, ya que no le agradó nada que nos negáramos a regresar a casa para la sagrada hora en que llegaba a casa hermano papá de su trabajo. Los otros días de esa semana, excepto los últimos, ella se armaba una mesa en el patio y compartía la tarde con vecinas, compañeras de la escuela o algunas chicas de la iglesia. Hermano Jaime se había vuelto demasiado introvertido y se comunicaba más con gestos y miradas que con palabras. El miércoles en la tarde, nos habían dado permiso a hermano Jaime y a mí para faltar a la reunión y quedarnos hasta que el sol nos descascare las espaldas. La pasábamos bien en la pileta. Hermana Maggy nos contó que se sintió una princesita llegando de la mano de sus papás a la iglesia Comunidad de la Fe Verdadera. No quiso contarme ningún detalle más por ser yo, así de irresponsable.

Hermano papá era recibido cada tarde como rey volviendo de la guerra por su hija consentida. El jueves, ella lo esperaba con un lemon pie que le había preparado. No se dio cuenta del retraso porque aprovechaba todo instante disponible para ambientar mejor el lugar para la recepción, mientras, escuchando música de Romero, RoJO, Marcela Gándara y Juan Luis Guerra, bailaba y cantaba. Estaba demasiado entretenida como para darse cuenta que mamá salía corriendo desesperadamente hacia el Hospital Privado Regional. Había recibido un llamado urgente a su celular en que se le comunicaba que su esposo había tenido un gravísimo accidente en ruta Ezequiel Bustillo, kilómetro cuatro. Mientras aguardaba en el pasillo del nosocomio, aprovechó a enviarle un mensaje de texto a hermano Jaime, ordenándole que regresáramos de inmediato junto a nuestra hermana porque papá había tenido un accidente. Nos sentamos en el sofá a esperar y hermana Maggy oraba, pero ya era demasiado tarde. El lemon pie quedó como testimonio de ese momento que se nos hizo eterno.

Mamá llegó desecha y llorando a los gritos para buscarnos…

Fue el momento más difícil de nuestras jóvenes vidas. El desconsuelo de mamá y Maggy era imposible de mitigar. Con hermano Jaime hubimos de hacernos hombres esa trágica noche en que Sebastián David Hernández, nos había dejado para siempre a la edad de treinta y ocho años, por culpa de un colectivo, prepotente como siempre, del Transporte Urbano de Pasajeros, cargado a más no poder de personas, que embistió contra su auto. Mamá sólo repetía una y otra vez, “¡Por qué, por qué, por qué, Dios!”

El pastor Villegas faltó al velorio aduciendo compromisos impostergables que una mala lengua, nunca ausente en estas situaciones, desmintió a los pocos días, aclarando que el compromiso mencionado era nada menos que un partido de fútbol. Su oficio en el cementerio fue breve y nos supo a prefabricado. Mamá no habría de perdonárselo. De las centenas de hermanos de cada fin de semana, nos acompañaron ocho en total, contando al pastor, que llegó solo.

Tía Mirta, la prima de mamá, y nuestros abuelos paternos fueron la frágil contención de esos días grises de verano. Hermana Maggy parecía más aferrada que nunca a su Biblia y ya no usaba la que había adquirido con sus ahorros poco después de comprado el diccionario; ahora recorría la que fuera de papá. Me hablaba de la historia de Job y en esos días amargos, leyó una y otra vez sus cuarenta y dos capítulos. El rotundo cambio de la familia empezó a notarse poco a poco: mamá no volvió a asistir a la iglesia; hermano Jaime descargó toda su bronca sobre Dios y se lo resaltaba a la única en la familia que pareció continuar aferrada a Él. Yo no sabía bien qué hacer; me volví de nuevo a mis lecturas, aunque esta vez tomaba de la biblioteca de papá los volúmenes que eran de corte filosófico. El lunes trece llegó mi abuela materna junto a tía Lorena. Fue por esos días que llamó la pastora Rosa Villegas para hablar con mamá, pero debió conformarse en hablar con hermana Maggy, y conmigo. Maggy le prometió que el sábado asistiría de nuevo al curso prebautismal. Mamá la miró con desaprobación, pero sin decirle nada. Abuelo Jorge dijo que ellos la acompañarían de buena gana. Yo tenía ganas de ir también, había algo que extrañaba, como si fuera que al asistir, me encontraría nuevamente con hermano papá. Hermano Jaime enojado porque lo llamara así, manifestó que se quedaría acompañando a mamá, que no tenía ningún interés de ir a ese lugar otra vez. Ese fin de semana volvieron a tratarnos con todo el amor del mundo, como la primera vez que habíamos llegado y a mis abuelos eso los quebrantó, porque le hablaron cálidamente de su hijo fallecido. En cuanto al sermón de ese sábado, fue como muy obvio que el pastor Villegas trató de acallar la voz de su propia conciencia. Habló del pasaje que cuenta cómo Jesús lloró ante la muerte de su amigo. Yo saqué la conclusión de que él había estado muy lejos de ser amigo de hermano papá. Llegué a preferir no mirarlo mientras disertaba y volví mis ojos al piso y las palabras me parecían llegar desde otra dimensión. Yo tenía el deseo de volver la mirada y ver allí a mi familia entera, como antes. Cuando mencionó que Dios no es insensible al dolor humano, hermana Maggy se quebró en llanto y se volvió a mí, abrazándome para acallarlo. Yo sentí que estábamos solos los dos en ese auditorio y cerré mis ojos lagrimosos, acariciando su lacio cabello negro. Alguien tuvo la delicadeza de alcanzar un vaso con agua y se lo ofreció a mi abuela para que se lo diera a la niña. Al final de esa reunión, nos invitaron a pasar para orar por nosotros. Esta vez hubo más tacto y por primera vez, el pastor Villegas nos abrazó paternalmente. La congregación toda se unió en un abrazo aquella noche, aunque nadie lloraba con nosotros.

No se hizo fácil rearmar nuestras vidas. Abuela Graciela y tía Lorena debían regresar, si bien, abuela prometió volver para quedarse una temporada con nosotros. Comenzamos la escuela en marzo, pero mamá estaba ausente de todo. Todavía no volvía de su duelo y los abuelos murmuraban que era muy posible que hubiera caído en depresión. Hermano Jaime se volvió muy hostil y seguía reservado en sus cosas. Tenía una mirada que solía asustarnos. Hermana Maggy había continuado con mucho empeño y responsabilidad, el curso prebautismal y cuando llegó el tiempo de rendir la prueba que se tomaba al final, decidieron no pasarla por alto y resultó tener la mejor nota entre los veinticinco que habían perseverado. Se habían fijado los bautismos para el domingo primero de abril y el domingo veinticuatro de marzo, hermana Maggy tuvo la más grata de las sorpresas cuando el pastor Villegas anunció que ella, a pesar de no tener la edad mínima requerida por las regulaciones de la entidad, había completado el curso para ser llevada a las aguas del bautismo, destacándose su fidelidad, lo que había terminado por convencerlo de que no podían impedirle dar ese paso. Ella pegó un salto de alegría y durante unos minutos, volvió a ser la niña llena de vida que conocíamos antes de la tragedia. Luego, su alegría se convirtió en un llanto de sensaciones encontradas. Vino la hermana Priscila y la contuvo en un abrazo. De regreso a casa esa noche, teníamos la esperanza de que mamá cediera y asistiera el próximo domingo, pero el único que entendió la importancia que tenía el evento fue hermano Jaime. Regresaría por primera vez desde aquella asistencia familiar dominical, la semana en que todo había cambiado.

Continuación del cuento aquí

©18/06/12  MJP – San Carlos de Bariloche, Argentina

Religión (final del cuento)


Abril sería un mes difícil por cuestiones judiciales que tenían que ver con la muerte de papá. Mamá había empezado un tratamiento sicológico en el hospital zonal. Solía desaparecer todo el día, puesto que iba a visitar la tumba de papá y regresaba cerca de la hora de la cena y a veces incluso, más tarde. Tía Mirta hacía todo lo posible por seguir cuidándonos, pero ella tenía su propia vida, que no era fácil, como para hacerse cargo de una familia atravesada por el dolor. Hermano Jaime se juntaba demasiado con unos pibes del barrio que no tenían buena fama. En cuanto a hermana Maggy, parecía como si ella cargara todo lo que nos pasaba y lo llevaba, como solía decir, a los pies de Cristo, en oración. Las cenas familiares no volvieron a ser aquello que nos había dejado recuerdos tan gratos. A mamá parecía molestarle la disciplina espiritual de hermana Maggy y hasta se lo había hecho saber, descargando toda su impotencia y reprochándole su fe.

A pesar de todo esto, aquel primer día de abril en que se desarrollaron los bautismos, hermana Maggy fue determinante en su decisión y yo meditaba en aquel mensaje predicado sobre la analogía con la muerte y la resurrección. Fue emotivo y sentimos mucho la ausencia de mamá. Se suponía que ella y papá eran los que tomarían ese paso de obediencia. Cuando hermana Maggy entró al bautisterio, nos abrazamos con hermano Jaime y por primera vez, noté que él lloraba como lo había hecho el famoso día de su actuación magistral. Hay una foto en el sitio web de la iglesia que registra el momento en que hermana Maggy tiene sus manos unidas y sus ojos cerrados, vistiendo la blanca túnica, mientras el pastor Villegas levanta un brazo al cielo, orando por la primera niña de catorce años en dar ese paso de fe. De espaldas a la toma, hermano Jaime y yo unidos en ese abrazo, presenciando ese sublime instante. Habían pasado tantas cosas en unos pocos meses. Pero nadie imaginaba todo lo que habría de ocurrir en la Comunidad de la Fe Verdadera. Hermana Maggy sonrió cálidamente al ver que esa mañana estaba presente hermano vendedor. La última vez que yo lo había visto, comprábamos en el supermercado con mamá, que al divisarlo, me dijo que como se le ocurriera ofrecernos algún nuevo libro o un lanzamiento musical, lo mandaría a la mierda; tenía toda la intención de hacerlo, pero el tipo no hizo otra cosa que hablarle con toda empatía, dejándonos con la duda de si seguía en su negocio y si acaso, continuaba asistiendo a una iglesia. Hermano Jaime no lo soportaba; decía que era un charlatán incorregible; hermana Maggy le hacía notar, ante eso, que para vender hay que tener parla. El día de los bautismos fue coronado con una recepción de miembros en un almuerzo que le dio todo el tono familiar a la congregación del que por lo general carecía. Y la vida seguía su curso en el que cada uno dirigía su propia balsa, como si la falta de papá nos hubiese desunido para siempre. La única que parecía comprender mejor la navegación era hermana Maggy, por su entrega a los designios de Dios.

Los que complicaban mucho la salud de la familia eran mamá y hermano Jaime, quien solía no regresar a las noches y en la escuela corría el rumor de que se había metido en la pesada. Yo no tenía modo de abordarlo, porque no sabía cómo hablarle sin que me ridiculizara con todo su desprecio. A fin de ese año cumplía sus quince años hermana Maggy, pero ¿quién estaba en condiciones de pensar en el evento que contemplábamos el pasado veinte de diciembre estando todos con papá sentados a la mesa?

El año siguió su curso, como si a nadie le importara lo que nos pasaba. Claro que eso no era tan así, porque abuela Graciela y tía Mirta fueron muy eficaces con su amoroso acompañamiento. En la escuela no nos iba tan bien, aunque la llevábamos. Eso sin mencionar a hermano Jaime que tenía serios problemas de conducta que lo opacaban todo. Mi cumpleaños fue un día que hasta yo hubiera querido olvidar. El día que hermano papá hubiese cumplido sus treinta y nueve fue uno de los pocos en que mitigamos nuestro dolor acompañándonos. Luego venía el día del padre y como teníamos a nuestro abuelo, lo pasamos del mejor modo posible junto a él, que no parecía querer recordar el evento cuando ya había sepultado a dos hijos suyos. En la Comunidad de la Fe Verdadera todo seguía como siempre. Hermana Maggy empezó a tener sus responsabilidades como miembro en plena comunión y con eso llegó su estancamiento también. Asistía como por inercia. Mamá era una sombra de la mujer que conocíamos y la medicación que tomaba parecía hacer estragos en su aspecto. Para su cumpleaños, hermana Maggy preparó una torta que se nos hizo un retrato grotesco de aquel lemon pie, a pesar de ser de chocolote y frutillas, éste de mamá. Ella terminó yéndose a su habitación sin terminar el almuerzo y solo hermano Jaime, la abuela y la tía, probaron el pastel, sobre todo para no desmerecer el gesto de Maggy. Como su cumpleaños caía ese año en domingo, hermana Maggy iría a la iglesia a las seis de la tarde. Invitó otra vez a mamá, pero ella le devolvió una mirada sin respuesta, sin odio, sin expresión. Ese domingo yo no fui, cosa repetida a esta altura del partido. Tía Mirta fue la acompañante de hermana Maggy. Hermano Jaime salió esa tarde y no supimos de él hasta el jueves en la mañana que volvió pasado de hambre y muy sucio. Abuela Graciela lo regañó hablándole de que así no podía seguir, pero fue como si no lo hubiese hecho. En la iglesia iban sucediendo cosas pero como ya nadie asistía como hermana Maggy, lo ignorábamos todo. La tarde del viernes me encontré con la Biblia de hermana mamá que tenía la dedicatoria hecha por hermano papá de ese día que había llegado a casa con las dos que había adquirido. Estaba abandonada al polvo de los días que pasaron. No se me había dado por estudiarla, sino que recorrerla era como recuperar recuerdos de cuando tenía sentido estudiarla. Ahora nadie en casa leía la Biblia; tampoco a nadie se le ocurría orar por los alimentos. La única música que sonaba era la que escuchaba hermano Jaime, que no resultaba del agrado de nadie más. Y en esa densa monotonía de días y noches de silencio familiar terminó el año. A hermana Maggy la agasajaron en el departamento de jóvenes para su cumpleaños de quince y participamos todos, excepto mamá y abuela Graciela que eligió quedarse a acompañarla, pero la fiesta fue empañada por lágrimas de la cumpleañera. En su mejor intención, a una de las hermanas se le había ocurrido preparar un lemon pie para compartir.

El líder de jóvenes tenía menos gracia que fútbol americano y lo peor es que se las daba de gracioso. El grupo de jóvenes mismo era como dolor de hígado; parecían los personajes esos del videoclip de Michael Jackson, pero a eso los llevaba la religión y era entendible porque también hermana Maggy ya tenía incorporado bastante de eso, aún en su hablar. Esteban, uno de los hijos del pastor, se hizo muy el banana ese día y daba risa. No fue nada grato para Maggy ese veinte de diciembre.

El 2008 llegó con tristeza y no podíamos más que empezarlo del mismo modo que todos esos meses habían transcurrido. Pero nos íbamos ya acostumbrando. Había que asumir que nada volvería a ser igual y que la vida continuaba. Llegaría el día en que se cumplía un año de aquel lemon pie, de la guerra en que el rey no regresó. Abuela Graciela programó un viaje para Mar del Plata y nos dijo que a papá le hubiera gustado mucho que lo recordáramos haciendo ese viaje que no pudo ser el año anterior.

La Comunidad de la Fe Verdadera había iniciado el año con un ambicioso programa para crecer en asistentes. Los jóvenes tendrían campamentos como cada verano, en que se hablaba de buscar a Dios, aunque se sabía que siempre regresaban sin nada nuevo bajo el sol. A mí me habían tratado de integrar, invitándome a sumarme al grupo de alabanzas de la juventud y le pareció buena idea a mamá comprarme un bajo eléctrico de cinco cuerdas, como se me había sugerido que sea. Me gustaba bastante mi nuevo pasatiempo; sin que desplazara mi afición por la lectura, y fui aprendiendo las notas para acompañar varias canciones. En las reuniones de jóvenes, me sorprendía esa tendencia a fantasmear que tenían los pibes, dándoselas de adoradores polenta. Era lo que heredaban de los adultos, cuya costumbre de levantar las manos los domingos y llorar como marranos era ya un acto reflejo. Yo me preguntaba si ser auténtico no fuera más coherente para no desentonar con lo que afuera de la iglesia éramos. De todos modos, sí había ocasiones en que se te aflojaban las canillas. A hermana Maggy le gustaba mucho mi rol en el grupo de jóvenes. También a Andrea Carolina parecía agradarle más que nunca que yo la mirara.

Mamá mostraba mejoras en su ánimo cada tanto; parecía algo cíclico.

En la reunión de jóvenes del jueves catorce de agosto, hermana Maggy tenía el encargo de acomodar el salón, previo a la reunión. Me pidió que la acompañara, pero yo estaba leyendo el final de una novela muy interesante escrita por Tommy Tenney; le dije que nos veríamos más tarde. Cuando llegué, la reunión estaba suspendida y nadie sabía explicarme las razones. Mi hermana no estaba. El líder de jóvenes tenía la cara desencajada. Esteban, el baterista hijo del pastor, tampoco había llegado. Me volví a casa confuso y pensativo. Aprovecharía para invitar a mamá al cine y me hacía ilusiones de que aceptara. Cuando llegué al portón de casa, había un griterío que parecía venir de la voz de hermano Jaime y la de mamá. Entré corriendo y mi hermano se abalanzó sobre mí, lanzando unas trompadas que no fueron bien dadas. Me gritaba de todo y me reprochaba que no sirviera ni para cuidar a mi hermana. Mamá logró separarnos con la ayuda de tía Mirta que había venido también. Le pidieron a Jaime que se fuera a su cuarto y así lo hizo, pero lleno de odio en su mirada.

–Tu hermana está en el hospital. Nos acaban de avisar –dijo tía Mirta.

Yo no entendía nada; tenía que tratarse de un error, si la había visto hacía un rato apenas y se iba a la iglesia. “¿Qué le pasó?” No quisieron, o no pudieron, explicármelo. Nos iríamos de inmediato al hospital. Yo fui a pedirle explicaciones a Jaime, pero lo único que encontré además de su desorden, fue la ventana de su cuarto abierta. Mamá luego me contó que él había recibido la llamada y que no entendía cómo le habían dado los detalles de lo ocurrido. Llegamos al hospital y nos indicaron en qué sala estaba hermana Maggy. Nos dijeron que recién había despertado y que tratáramos de no perturbarla. Mamá no soportó la situación y se abrazó fuerte a ella llorando y pidiéndole perdón. Hermana Maggy estaba moreteada en partes de su carita y no pudo evitar llorar también. Yo le tomé su manito y le sonreí sin saber qué decirle. Al otro día seguramente le darían de alta; mamá se quedaría junto a ella a pasar la noche. Cuando salíamos ingresaba la policía. Tía Mirta sería la encargada de contarme lo que había sucedido camino a casa. Esa noche nos quedamos esperando saber algo de hermano Jaime y tía trataba de contenerme, explicando que son cosas que pasan, lamentablemente. Cuando al otro día llegaron mamá y hermana Maggy, recibimos la visita de algunos hermanos de la iglesia. Mamá ya no mostraba su acostumbrado hostigamiento hacia ellos. Había una conmoción general porque hasta las noticias informaron sobre lo acontecido. Hermana Maggy seguía llorando mucho. Durante todo ese viernes, no supimos nada de hermano Jaime. Mamá abrazaba a hermana Maggy y la contenía por primera vez en mucho tiempo. Me costaba creer que el baterista, hijo del pastor de la iglesia, hiciera eso. Cómo pude no darme cuenta de lo que Esteban Villegas se traía entre manos, si parecía no matar una mosca el mojigato ese. Y en la radio detallaban que su padre lo apañaba, aludiendo que seguramente la señorita andaría provocándolo. Cuánta falta nos hacía hoy papá y qué impotencia sentía por lo que pasó mi hermana. Y se presumía que hubiera huido a Chile el muy cobarde. Mamá salió del cuarto de hermana Maggy y después de un largo bostezo, dijo que Maggy se había podido dormir. Yo la miré sintiéndome culpable por lo que sucedió, pero mamá se acercó y me reconfortó pasando su mano por mi frente y mejilla. Me dijo “Vos no tenés la culpa; ese animal la venía molestando hace meses.” Me mandó a dormir porque había sido un día muy largo. Soñé esa noche que hermano Jaime entraba en la iglesia gritando que lo había matado, que con su hermana no se jugaba así. Yo decía que no era cierto y hermana Maggy lloraba en un rincón. Papá abrazaba a mamá y le decía que todo iba a estar bien. Entonces, el pastor Villegas sacaba de su cintura un revólver y le disparaba a hermana Maggy. Yo corrí a abrazarla y ella me susurró que todo estaría bien. Que tuviera fe. Me desperté agitado y salí corriendo a la sala porque escuché gritos de hermana Maggy.

Mamá estaba tirada en el suelo, bañada en sangre y hermana Maggy la quería hacer volver en sí, manchada de su sangre. Yo tardé en reaccionar ante eso pues se me hacía que mi sueño había virado abruptamente a otro escenario, pero me percate de lo cansado y somnoliento que me encontraba y descargué un grito desgarrador que me trajo a la realidad. Maggy tomó el arma que todavía sujetaba mamá y la alejó de mi alcance, mirándome con su rostro desconsolado. Hermano Jaime no supo nada hasta el mediodía de ese sábado; se había rendido ante tanto desvelo contenido y ni siquiera incorporó al sueño lo que sucedió en la sala de casa como yo. Había regresado con el arma homicida después de ajusticiar a Esteban Villegas de tres disparos; lo encontró refugiado en casa del guitarrista del grupo de alabanza y según parece, pensaba esconderse por unos días para luego buscar la forma de huir a Chile, adonde ya suponíamos que estuviera. Nosotros no entendíamos cómo era todo lo que había sucedido y cuando vino la ambulancia y la policía para llevarse el cuerpo de mamá, también tomaron el arma y ni se nos dio por fijarnos si hermano Jaime estaba en casa. A la policía no se le hizo difícil atar cabos para resolver los casos. Nosotros declaramos que nunca habíamos visto un arma en casa y por supuesto que mamá era la menos indicada en tener una. Nos preguntaron por Jaime Omar Hernández y hermana Maggy contestó que no sabía nada de él desde hacía días; yo precisé que lo último que hizo fue pegarme unas trompadas por lo que sucedió con nuestra hermana y después la ventana de su cuarto abierta. Me preguntó el oficial si yo estaba al tanto de que mi hermano estuviera armado. Hermana Maggy se puso a llorar sin consuelo y yo no pude contenerme tampoco. Se terminaron las preguntas.

Tuvo repercusión nacional el complejo caso de violación, homicidio y suicidio. Los medios cuestionaron de modo muy grotesco el rol de la religión y su decadencia en los tiempos que corren. Los entierros de mamá y Esteban Villegas, de diecinueve años estuvieron separados casi por el mismo tiempo que las balas del arma acabaron con sus vidas. Hermano Jaime pudo asistir al cementerio notablemente conmovido, esposado y custodiado por dos efectivos policiales. Nosotros dos estábamos bajo los efectos de calmantes y contenidos por nuestros abuelos. Jaime nos miró antes de ser llevado y con lágrimas en su rostro nos rogó perdón. Hermana Maggy se volvió hacia la abuela como si no quisiera escucharlo. A mí se me ocurrió decirle que ya hacía más de un año que mamá había muerto, que no era su culpa. Es en momentos así, que las fuerzas para salir adelante son más evidentes que nunca. Hermano Jaime habría de recibir 9 años de prisión como sentencia por matar a Esteban Villegas. Nuestros días de iglesia parecían acabados porque el pastor Héctor Villegas mitigó su propio dolor descargando su impotencia contra mi familia en sus siguientes sermones. Por mi parte no había ninguna buena razón para volver a entrar a la Comunidad de la Fe Verdadera, pero hermana Maggy consideraba una injusticia lo que hacían y parecía más dolida por esto que todo lo demás. Yo se lo cuestionaba y le decía que se dejara de zonceras. Hubo una marcada deserción de familias en la iglesia por todo este escándalo, según se decía. Tía Mirta le pidió a hermana Maggy que se tomara tiempo y que se hiciera la idea de pensar otras alternativas.

Yo me fui a vivir con mis abuelos; hermana Maggy completaría sus estudios secundarios, a la vez que comenzaba en el instituto bíblico de Rosario, donde se quedaría a vivir junto a una de las hermanas de mamá y abuela Graciela. Cada tanto conversábamos por teléfono, o chateábamos por el Messenger. Ella estaba muy abocada a lo suyo; yo ya no tenía ningún interés en liturgias como tampoco en la música. Vendí mi bajo y me aboqué a disfrutar de mis abuelos en sus últimos años. Hacía falta enterrar el pasado y guardar sólo lo mejor de lo que nos había tocado vivir. A veces, me impactaba lo que hermana Maggy escribía en msn o en su perfil de Facebook. Cada domingo visitaba el cementerio y ordenaba las tumbas de mis papás. Salía de compras con los abuelos y si íbamos al cine, nos quedábamos después a comer en el centro.

Se cumplían ya ocho años de aquel terrible jueves. Abuelo estaba muy descompensado de su salud y parecía mentira que Magdalena ya hubiera terminado sus estudios teológicos y llegara a Bariloche para celebrar mi cumpleaños después de tanto tiempo sin vernos. La noticia cobró repercusión a nivel provincial, porque fue anunciado que la niña de la Comunidad de la Fe Verdadera regresaba a su iglesia después de todo lo que había sucedido en aquellos días terribles de agosto en 2008. A pesar de la decadencia moral que se vivía, era destacable la reconciliación entre hermana Maggy y los pastores Villegas, que a duras penas habían seguido haciendo lo único que sabían hacer de sus vidas. La Comunidad de la Fe Verdadera estaba muy lejos de aquellos años prósperos cuando por un panfleto que nos entregaron en calle Onelli habíamos decidido asistir por primera vez. El año pasado había estado muy cerca de cerrar sus puertas para siempre. Se organizó un evento especial en que la hija pródiga predicaría tanto el sábado 25 de abril, como el domingo 26 en la reunión general. Ya teníamos reservada mesa para dos para la noche del sábado. Ella me pidió encarecidamente que asistiera a la reunión ese sábado. Me contó que se había hecho un contrato especial para que el Canal 10 de General Roca televisara la reunión y que hermano Jaime podría seguir la emisión desde el penal de esa ciudad. Por supuesto que en Bariloche se retransmitiría, como también lo haría, dijo, El Bolsón, Villa la Angostura y San Antonio Oeste. Me alegraba mucho que ella se mostrara tan entusiasmada con todo esto, siendo que todo respondía más bien al morbo de la sociedad que a la fe. Yo tenía ganas de no ir, pero terminé aceptando el programa completo. No había vuelto a ver a los pastores Villegas, ni a la mayoría de los feligreses. Era un capítulo que quería cerrado en mi historia. Hasta hubiese querido que Magdalena se olvidara de Dios.

La iglesia desborda de gente hoy y hay filas por cuadras, como si se tratara de un show musical de gran nivel. La cobertura periodística de los medios ya había empezado a trabajar antes de que yo llegara y como veo tanta gente, tengo el impulso de irme y reconvenir con mi hermana para pasar a buscarla para la cena de mi cumpleaños. El hermano Aníbal Cifuentes, acaba de saludarme y vino hasta donde yo estaba; me dijo que lo acompañara, después de saludarme por mi cumpleaños. Me cuenta mientras nos acercamos a la puerta lateral, que todos los pastores del Consejo están presentes y que es emocionante el clima que se vive, como nunca, en la historia de la Comunidad de la Fe Verdadera. Yo estoy por decirle que cambiaría toda su emoción porque la historia hubiera sido distinta, pero levantando la vista, diviso a hermana Maggy que está saludando a los pastores. Se me cayeron las medias. Estoy sin reacción y lo único que puedo hacer es llevarme las dos manos al rostro. Está deslumbrante y me asombra su parecido con papá, aún cuando también hay en su figura mucho de mamá. Tiene un porte de mucha distinción y hasta siento vergüenza de mi ocasional apariencia. Con esa belleza de mujer he de cenar esta noche para mi cumpleaños y me parece un hermoso presente. Me vio, se le iluminó la expresión con esa sonrisa que extrañé tanto. Me acaba de levantar la mano. Yo le correspondo con una inclinación de la cabeza y me siento, porque me asignaron una ubicación bastante especial en tercera fila. La iglesia está adornada con mucha sobriedad y sin buscarlo, me encuentro con el pastor Héctor D. Villegas en el panorama y no puedo creer que se le hayan venido encima los años así. En quince minutos comenzará la reunión y mientras tanto se ajustan todos los detalles para la transmisión televisiva y la gente está llenando el salón. Todos corren excitados y los músicos van afinando sus instrumentos, una vez más, probando el sonido y las voces con algunos fragmentos de alabanzas. Estoy por apagar mi celular por el mensaje del cartel que así lo exige y justo suena una llamada de número privado y al atender escucho una voz que me dice “Hermano Felipe, estoy esperando que empiece la transmisión. Que tengas el mejor de los cumpleaños hoy allá. No sabes lo que quisiera estar con ustedes.

Me he quedado sin palabras porque hasta me cuesta reconocer su voz. El timbre es el mismo, pero la entonación y las palabras no parecieran suyas. Le agradecí y le cuento que ya está por iniciar la reunión, y que un ujier está al lado mío pidiendo que apague el celular. “Después te cuento los detalles hermano Jaime; luego iremos a cenar con la belleza que seguramente te asombrará por la pantalla como a mí aquí.” Ya tengo emociones suficientes en este día, con tantas sensaciones encontradas…

Se hace silencio, señas, luces… se encienden las cámaras y un hermoso coro de voces comienza con esta ceremonia religiosa. Parezco de nuevo aquel niño obnubilado con cada detalle al ingresar por primera vez a esta iglesia hace ocho años y medio con mamá, papá y mis hermanos. Pero ahora conozco algunas de estas canciones y me acuerdo hasta de las notas con que las acompañaba en el bajo. Allí veo de pie, de frente al auditorio a hermana Maggy, que hoy es precisamente, la hermana Maggy. Sé que está haciendo todo lo posible por no emocionarse. Tiene temple y luego de terminado el primer himno, el pastor Héctor Villegas sube al púlpito y nos da la bienvenida a todos a este precioso encuentro de fe. Luego saluda al presidente del Consejo de pastores de Bariloche, Walter Roviralta y a todos sus consiervos; también agradece a los medios y la sintonía de todos los que reciben la transmisión por Canal 10 de General Roca y repetidoras, así como a los televidentes de Canal 6 de Bariloche y a los usuarios que siguen la transmisión vía streaming por el sitio web de Comunidad de la Fe Verdadera. Le indica un apuntador por un cartel que también se emite la reunión por diversas radios de Bariloche. Acto seguido, nos cuenta que es un gran honor recibir a Magdalena Elizabeth Hernández, la hermana Maggy, y gira para mirarla con una sonrisa, al tiempo que se quiebra su voz por la emoción. Todo el auditorio aplaude y el grupo de alabanza comienza con los acordes de una canción de celebración. De a poco me voy percatando de que aquella atmósfera que me hizo llorar cuando hermano papá y hermana Maggy estudiaban en la sala de casa se percibe en esta reunión. Me electriza, pero no quiero sucumbir a las lágrimas aquí; no hoy.

En este momento, la mayoría de los presentes, que desborda el auditorio, tienen sus manos levantadas y no lo hacen porque sean los religiosos de cada fin de semana; para muchos de ellos esta es la primera reunión a la que asisten. Hasta uno de los camarógrafos de Canal 10, tiene su mano libre en alto. Esto es reconfortante y todavía me resta saber qué será lo que hermana Maggy diga cuando sea su turno. Yo quisiera también que esta sea mi primera reunión y lo parece porque es como si nunca me hubiese ido de aquí ese domingo 5 de noviembre de 2006. Puede que en este preciso instante, en el penal de General Roca, hermano Jaime esté llorando como el día en que creímos que actuaba.

Ya hemos cantado canciones que no recordaba que fueran tan bellas. Hoy estoy cantando como deben cantar quizá los ángeles y no porque tenga yo buena voz. La atmósfera es tan densa, que el grupo de alabanza se detiene y todo queda en silencio. Nadie se atreve a violar este marco de solemnidad. Pasa tiempo pero es como si no pasara y entonces el sintetizador inicia un sonido que parece venir del cielo mismo y se le acoplan todos los demás en la introducción de una balada que se me hace conocida y me gustaría ahora mismo estar tocando el bajo, pero lo abandoné, lo vendí; me alejé. Comenzamos todos a cantar la letra del proyector:

Tú, Dios de la creación
Digno de adoración
Oh, Cordero Vencedor
Dios, eres el gran YO SOY
Hoy mi vida te la doy
Te la entrego con amor.

Tú, mi fuerza y poder
Das vida a mi ser
Tú, glorioso Emanuel
Eres mi amigo fiel

Cristo, Cordero Vencedor
Estás sentado
En Tu trono de poder
Estás reinando
Con toda autoridad

Tú reinas Señor
Tú reinas Señor.[1]

La cantamos por segunda vez y muchos de los que me rodean, están visiblemente conmovidos, con lágrimas en sus ojos. Voy a cerrar mis ojos pero noto que hermana Maggy se aproxima al púlpito con toda determinación. ¡Qué hermosa hermana tengo! Termina la canción pero todos siguen coreando el Tú reinas Señor, sin música. Luego de unos minutos así, hermana Maggy hace oír un suspiro en el micrófono y dice: “Qué tremendo privilegio estar hoy aquí, en este ambiente de profunda entrega en mi añorada ciudad”. Nos invita a sentarnos. Se presenta y agradece la cordial invitación de su pastor Héctor D. Villegas y la familia de Comunidad de la Fe Verdadera para predicar por primera vez desde que logró su Doctorado en Teología. Nadie pide permiso para aplaudir estruendosamente. Hermana Maggy tiene nervios de acero como para no emocionarse y estar hablando con tanta soltura.

Hace cerca de diez años, en una templada tarde de primavera, ingresamos a esta hermosa iglesia. Algunos de ustedes saben de las cosas que nos tocaron vivir, pero yo no vine aquí esta noche para hablar de mi historia, ni de lo que pasó. Quiero señalar solamente un detalle y llamar a la reflexión a todos los que tienen una responsabilidad eclesiástica en este tiempo: Que despierten. Yo vine a hablarles de fe, que es lo único que tiene sentido en la vida, además del amor y la esperanza…

 

Abran sus Biblias por favor en Hebreos, capítulo 11, versículo 6 (y si usted no tiene Biblia, no se preocupe – además de recomendarle el servicio de un amigo, les contaré que de eso se trata mi anécdota personal). Dice la Palabra de Dios así:

Pero sin fe es imposible agradar a Dios,
 Porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay,
Y que es galardonador de los que le buscan.

Años atrás, los mensajeros del púlpito acostumbraban a emocionar a la gente con historias miserables y sensibleras para provocar de ese modo el arrepentimiento de las almas. Nos valíamos de la música para conmoverlos y de la palabrería en sermones interminables que a veces ganaban por cansancio. Yo no pienso quitarles mucho tiempo, porque a ustedes no les gusta perder su tiempo y además, porque hoy es el cumpleaños de mi hermano Felipe, que está entre nosotros y quiero celebrarlo con una cena junto a él. Pero eso no quita que en los minutos que me dispensen su atención, ustedes sepan de qué se trata mi exposición, con anécdota incluida. Cuando nos sentamos por primera vez aquí, junto a mis padres y mis dos hermanos, no teníamos Biblia y tampoco idea de qué fuera lo que contenía este Libro al que le dediqué mis mejores años y al que pienso dedicarle los que me queden de vida. Y cuando a las semanas, papá llegó a casa con dos Biblias, no sabíamos para dónde escapar, aunque nos tranquilizaron los Salmos que se nos hacían más entendibles. Yo sé que muchos de los pastores tienen un serio dilema en estos días porque no saben de qué modo exponer el mensaje de Redención. Si hubo algo que entendimos aquella vez como familia, fue que necesitábamos que nos traduzcan o nos resuman la idea general de lo que Dios quiere decirnos en ésta, su Palabra Santa. Por lo general, en las iglesias, la gente adopta ideas vagas y funda su teología basados en pequeños fragmentos que nunca consideran a la luz del contexto entero. Estoy segura que también aquí, en Bariloche, los jóvenes no tienen la más pálida idea de qué es lo que creen, pero siguen la corriente, como pececitos indefensos. Y ellos necesitan más que nadie el revolucionario mensaje que contiene la Biblia.

 

¿Y qué es la fe? Vaya que no he llegado todavía a entender su definición, pero sí me ha sido significativa para mi caminar con Dios, no en un modo religioso, sino como esencia misma de mi relación con el Creador. Hasta afirmaría que aquí, esta tarde hay personas de diversos credos y de más de una religión, incluyendo a los que no tienen, o creen no tener, ninguna. Y solemos vivir como si con nuestra religiosidad, ganaremos el cielo, pero no es fácil acallar la voz de la conciencia y ustedes eso lo saben. Tengo la intuición de que muy pocos de ustedes se preguntaron alguna vez qué es la fe. ¿Quieren que se las defina? Les aseguro que no se trata de lo que yo haya vivido, o estudiado, ni tampoco de lo que pueda decirles hoy. Se los ilustraré, si me permiten dibujarlo en su imaginación: La fe es una invitación a aventurarse a lo incierto, a lo que no tiene nombre, a lo que excede a toda definición. Es un viaje que para muchos puede comenzar hoy; para otros puede ser la razón justa para dejar de vivir una mera religión; incluso para algunos, puede significar dirigir las velas hacia donde sople el Espíritu de Vida. “Sin fe es imposible agradar a Dios…”, dijo este anónimo escritor. Yo no vine a venderles fe. No vine tampoco a presumir de la que tengo. Yo quiero invitarlos a dar ese primer paso hacia lo incierto y no puedo garantizarles un camino de rosas, porque no fue lo que me tocó a mí vivir. Sí puedo garantizarles que Dios siempre los sostendrá y que a pesar de lo que pueda venir, Él estará con ustedes todos los días de sus vidas. Fe es lo que puede hacer que tu vida se enmarque en una galería de héroes que se sostuvieron como viendo al Invisible, en medio de la hecatombe. Fe es lo que te asegura que aunque estés muerto, vivirás; fe es lo que puede virar el curso de tu vida hacia un futuro de esperanza y amor.

 

Por eso, cuando se encuentren ante las Sagradas Escrituras, no esperen entender homilética y hermenéuticamente todo lo que lean. No cometan tampoco el error de adoptar un lenguaje religioso que pareciera en apariencia inmaculado, pero que en el fondo, demuestra que no se han encontrado con la vida del Salvador. Sin ese mensaje de fe, no tendría sentido que yo esté aquí hoy, porque no habría soportado lo que pasó como para estar hablándoles de fe. Y hagan de cuenta que les presento a un Amigo, hoy. Y no se trata de decirle, “encantado, mucho gusto.” Lo van a tener que tratar en el día a día, y no simplemente por lo que otros digan de él. Tengan en cuenta que muchos hablan como címbalo que retiñe. Esto no se trata de meras palabras; no se trata de la Comunidad de la Fe Verdadera, ni del Consejo de Pastores de Bariloche, ni de lo que diga fulano o mengano. En este viaje y con esta Amistad, ustedes podrían llegar a entender el por qué el apóstol Pedro un día dijo: “¿A quién iremos? Si tú tienes palabras de vida eterna.” Y su mensaje está contenido aquí (alzó su Biblia) tanto para ustedes como para mí; y es hora de prestarle oído a lo que Dios dice, “porque la fe viene por el oír, y el oír Palabra de Dios.”

 

Esto era lo que yo quería decirles. Muchas gracias.

 

El público se puso en pie y ovaciona esta genial exposición. Yo soy público también y además lloro como hacía años que no lloraba. El pastor Villegas toma la palabra y despide a hermana Maggy. Anuncia que mañana el servicio dominical comenzará a las cuatro de la tarde y que habrá un segundo servicio por primera vez, a las dieciocho treinta. Están todos cordialmente invitados. Agradece a los medios y a los pastores presentes. Eleva una oración de agradecimiento y devoción a Dios y luego deja una vez más al grupo de alabanza para terminar con la reunión.

Está bastante fresca la noche barilochense y el cielo está estrellado y despejado. Maggy logra zafar de las muestras de cariño que le ofrecen a su salida. Le regalaron un ramo de preciosas rosas. Le señalo el lugar donde estacioné el auto y nos vamos hacia el lujoso restaurante a festejar mis veinte años. Mientras degustamos una suculenta parrillada, acompañada de un delicioso Cabernet Sauvignon 2008 de Bodegas Esmeralda, recorremos nuestra historia comprar-tiendo detalles que no sabíamos uno del otro. Cuando hermana Maggy me pregunta el estado de mi corazón, le cuento que por un viaje de negocios con su papá, Annette Alejandra no estaba compartiendo esta cena, “pero seguramente esa pregunta me la hiciste para contarme a su vez cómo está el tuyo.”

–Yo conocí en el último año del Seminario a un venezolano que se llama Héctor Sebastián García Obrador, tiene tres años más que yo y, viajó a Maracaibo para acomodar sus asuntos respecto a trabajo, final de su maestría y lo familiar; me pidió este tiempo para buscar a Dios y confirmar que este amor es más que un deseo personal. En este lapso que será de unos cuatro meses, decidimos no mantener contacto de ningún tipo. Él me dijo que si todo sale como quiere Dios, vendrá cumplido el plazo a Bariloche para conocerte y pedirte mi mano. Es además, músico profesional y tiene ganas de ver cómo es eso de que tocas el bajo tan bien. Si todo se da y vos le das mi mano, quiere que nos casemos el veinte de diciembre de este año en la iglesia Confraternidad del Nuevo Pacto en Caracas, Venezuela. Después nos vendríamos a vivir a San Carlos de Bariloche.

–Se nota que han pasado tiempo juntos, porque esa tonada tuya ya no es tan argentina. ¿Qué te parece si ordenamos el postre y brindamos por este reencuentro?

–Vale. –me responde, sabiendo que me reiré estruendosamente como siempre.

–Ordená vos lo que te dé la gana, por favor.

El mozo viene con el champagne y un lemon pie del que todavía no se extinguió la llama. Hermana Maggy, fiel a su estilo, toma mis manos sobre la mesa y eleva una oración a Dios, agradeciéndole por su hermano Felipe Adrián Hernández: por este cumpleaños, por Su amor y fidelidad, encomendándonos a todo lo que Él tiene para nosotros, en el nombre de Jesucristo. Amén.


[1] Tú Reinas – letra y música: Joel Contreras ©2000 MiracleMix Records. Adm por RevoRec Musik. Derechos Reservados. Usada con Permiso.

 ©17-20/06/2012 MJP – San Carlos de Bariloche, Argentina

(Todos los hechos  y personajes son parte de la ficción a pesar de cualquier parecido con la realidad; solo algunos lugares e instituciones se corresponden con la realidad)

Sobre definiciones


Hay palabras que nos quedan grandes a los seres humanos, y si se nos da por ponernos a filosofar, terminamos dando un pobre espectáculo, como si fuera que recién estamos intentando formar nuestras primeras frases para hablar en un idioma extraño. De todas formas, no hay mejor opción a la hora de aprender un idioma nuevo que asumir el riesgo de hacer el ridículo cuantas veces haga falta, hasta irnos acostumbrando cada vez más a tener clara la idea general del nuevo idioma. Hay un chiste respecto a eso, que requiere de un conocimiento básico del idioma inglés (diferencias entre come in (entrar) y between (entre, preposición); yes (sí, afirmación) y if (si, condicional):

–          Hola, yo venía por el anuncio de clases de inglés baratas, ¿es aquí?

–          If, if! between, between…

El caso es que así como con el idioma, sucede que uno suele hasta desconocer el propio, y entonces, aventurarse a uno extranjero es todavía más difícil, pero nunca imposible. Las personas que usan mucho la lógica para explicarse todo, como yo, llegan a desestimar a quienes no recurren a la teoría a la hora del aprendizaje, pero resulta que hay quienes se abren camino en un idioma prescindiendo de las cuestiones gramaticales, y otros, en el universal idioma de la música, sin nunca aprender a leer o escribir en un pentagrama.

Estas alegorías sirven bien para ilustrar conceptos mucho más lejanos para nosotros que los de los idiomas que nos separan. Por ejemplo, la gracia: palabra asombrosa si las hay. El concepto teológico de la gracia es uno de los más difíciles de concebir por nuestra naturaleza autosuficiente, porque la idea de un camino al que se nos invita, sin que para ello medie de nuestra parte esfuerzo alguno, ha desconcertado a las más ilustres mentes de la historia. Todos queremos ganarnos el cielo e inconcientemente hay una tendencia que nos impulsa a querer merecérnoslo. ¿Cuántas oraciones se requieren para completar el cupo necesario a fin de constituirnos en ciudadanos del cielo? ¿Cuántas reuniones litúrgicas? ¿Cuánto dinero en las ofrendas? Parece fácil responder a estas preguntas, pero resulta difícil entender por qué hay tantos religiosos que viven demostrando que están pagando un arancel semanal como cuota vitalicia de su filiación celestial.

Pero entonces, ¿qué es la gracia?

La definición más sencilla y práctica que encontré en el curso de los años fue esta: Dios lo hace. Y hasta resulta un poco confuso en español, ya que la explicación la obtuve de un maestro de habla inglesa: God doing it! (Dios haciéndolo). Y el maestro hacía la valiosa aclaración entre la diferencia en la definición neotestamentaria respecto a la del Antiguo Testamento. Tanto de un lado como del otro, la diferencia es ninguna. A lo largo de los años, la más clásica de las definiciones es la de favor no merecido. Hay algo que distingue a estas definiciones y su alcance afecta a muchos aspectos de nuestra fe. Por citar un ejemplo respecto a este tema trascendental, Martín Lutero, llegó a considerar a la epístola de Santiago como hojarasca, debido a su mención de la ineficacia de la fe sin obras. Él lo vivió en un tiempo muy conflictivo y de una revolución trascendental en la historia de la fe; hoy, además de ser más ignorantes en los asuntos espirituales, podemos llegar a entender que el apóstol Santiago no estaba haciendo nula la gracia al hablar de cómo la fe tiene que evidenciarse en la vida de un creyente. Aquellos eran tiempos definitorios e, incluso, la nueva fe que comenzaba a surgir en distintas ciudades del antiguo Imperio Romano atravesaba el conflicto que originan los fanatismos de siempre. Allí el protagonismo descollante era la religiosidad y entonces, en su exposición universal, Santiago desafiaba a los ultraconservadores, que omitían aspectos básicos de la vida cristiana como aquello de hacer acepción de personas, usar la lengua para bendecir y maldecir al mismo tiempo y lo de considerar las enseñanzas de las Escrituras en un momento, para olvidarse al siguiente de ponerlo en práctica en las situaciones ordinarias de la vida. Hoy aquello tiene todavía mucha vigencia y nunca está en peligro la definición del término gracia.

Tanto sea que lo estudiemos teóricamente, o la hayamos aprendido a través del contexto de infiltrarnos en ese reino que se acercó con el advenimiento del Hijo de Dios, la evidencia de vivir bajo la sombra dela GraciaDivinatiene que manifestarse en nuestras vidas al modo en que el perfume que decidimos usar se hace sentir por donde sea que pasemos.

Hay un desafío apostólico muy vigente y siempre necesario de recordar en la idea de ser epístolas vivientes, o cartas leídas a través de lo que seamos, más allá de lo que hagamos o tengamos. Es una cuestión de identidad y cuando realmente llegamos a entender lo que significala Graciay sus efectos cobran vida en nuestro diario andar, vamos a hablar un nuevo lenguaje y nuestro testimonio será siempre un genuino acto de adoración al Dios que hace Su obra en y a través de nosotros para gloria de Su nombre.

Es posible que este intento de llegar a una explicación sea como el balbuceo infantil en la formación del lenguaje, pero siendo que hay muchas personas que no han llegado a alimentarse de lo sólido en la vida espiritual, puede que lo expuesto le sirva para adentrarse en el ejercicio de hablar con propiedad en el idioma de la fe.

©16/06/12 MJP – Bariloche, Argentina

El punto de partida


Se me hace fácil componer unos párrafos cada vez que la ocasión lo requiere y les guste o no, están acostumbrándose a mis pensamientos delirantes que muchas veces empiezan a partir de una canción, y en el día de cumpleaños de un par de amigos, algo habrá que hacer para que ellos no sientan que simplemente los metés en una bolsa y generalizás el saludo. máxime cuando la idea comenzó a partir del diálogo con uno de ellos que querrá sentirse la musa de las líneas que tienen como banda sonora a un músico de esos bien argentos, aunque haya emigrado a la Madre Patria alguna vez. Yo sé que no será muy difícil deducir cuál es la canción que hace que yo piense en nuestra amistad y en los días compartidos, aun cuando sea a través de un ordenador, porque no a todos los cumpleañeros tuve el honor de darles un abrazo, y justamente hoy, otra de ellas está como el dueño de la canción, en el Viejo Continente. Y los años se nos van yendo y por mucho que lo añoremos, se nos va bifurcando la amistad, y hace 10 años estuvimos en una fría noche de la ciudad hablando de polleras y pollitos, y ahora pareciera que mucho no hemos cambiado, aunque somos un poquito más sofisticados.

En la amistad, los días de cumpleaños pueden apenas ser un detalle más, salvo que en estos días de las redes sociales, nos hemos venido acostumbrando a que te salude gente que ni idea tiene de por qué te agregó, pero como para sostener el vínculo virtual, te deja la estampa como si fuera que le importa tu felicidad, y hasta suele suceder que por estos cambios de época se nos vayan los amigos; a mí se me fueron dos de los mejores: uno a la inmortalidad y otro se fue por la tangente. A uno lo lloré y el otro me hizo rechinar los dientes, y aunque no llegue a olvidarlos, voy a seguir por estos cuatro días que transitamos con los amigos que supimos conseguir. ¡Qué le vas a hacer! Que pasen los años y a empezar otra vez, porque sabés que todavía me restan balas para matar el tiempo.

Yo no quiero escribirte la carta que nunca te llegue, porque las cosas se dicen y se escriben en vida, no en la caja de madera. El amigo tangente me salió con que me subí a un pony, porque esa es la forma de ridiculizar a un engreído. Es la forma práctica que tenés de decirle a otro «¿de qué te la das ahora?», y cuando no tenés el valor de decirlo en la cara, pero lo hacés público por ahí, yo me pongo a pensar en mis amigos cumpleañeros, y ya no me refiero a los de hoy, sino a los de todo el calendario, y pienso que lo mejor que puede pasar es verlos agrandarse, como decimos a la argentina. Eso significa que crecés; que dejas de hacerte el pollito mojado y en fuga por la vida, con tu lastimera autoestima a cuestas, y te convencés de que no estamos para ser víctimas de las circunstancias, sino un victimario del cambio que podés imprimirle al mundo, sea con tu solidaridad, con tu ternura, con tu sinceridad, con tu fe o con tu rock & roll. Por mí, agrandate tranquilo, porque mientras yo te vea caminando con la frente en alto por la vida, voy a saber que algo de mí hay en tu corazón; y hasta me salí del libreto de la canción para irme yo también por la tangente.

Y cuando la vida se te haga cuesta arriba, recordá siempre que habrá algún amigo dispuesto a ser testigo casual de tu soledad y yo quisiera que nunca te olvides del único Amigo que fue capaz de brindarse hasta el último suspiro, con sangre incluída como para hacer que este mundo no termine perdido para siempre; y que de esa forma nuestros futuros encuentros no sean fruto de la casualidad, sino de una firme determinación de no dejar que nuestra credulidad se llegue a deteriorar; porque si perdemos la fe, ¿adónde iremos a parar?

Solo Tú tienes palabras de vida eterna, le dijo el devenido pescador de hombres (que no tomó como una indirecta el oficio).

Es que un verdadero amigo no es el que anda ridiculizándote «en broma nada más, no te creas», sino el que es capaz de ver que tenés todo el potencial para cumplir con tus sueños más delirantes y te lo dice sin rodeos porque es mejor decir que callar. Puede que llegues a pensar que he venido perdiendo la razón en estos 10 años de conocernos, pero yo no quiero pasar por ahí sin que la gente se entere de que estamos. En 10 años quiero volverte a ver y quiero verte con una sonrisa aunque se te piante un lagrimón. Y como tengo inspiración guardada en la cartuchera, puede que tengas en tus manos un libro mío en ese tiempo por venir, y no quiero que seas menos que eso. Tu libro puede ser un árbol plantado, un hijo por venir, una carrera por terminar, un hogar bien constituido pa’la honra y gloria, un éxito en las disquerías del mundo como para que Bariloche siga haciendo ruido en el orbe, porque de allí venimos, aunque haya una mendocina que tendrá que adaptar la letra a su conveniencia.

Hace años saludé a un amigo muy querido para su cumpleaños desde otra ciudad y vía SMS. Él se sintió contento por el saludo y respondió pidiéndome que no cambie nunca, a lo que respondí que no me sería posible cumplirle ese anhelo, porque pienso seguir cambiando y de hecho lo haré aunque no quiera.

Hace poco tiempo publicó en su Facebook una nota en la que mencionaba aquél detalle de años atrás y me halagó su memoria. Cuando nos encuentre la vida alguna vez, tendremos que recordar que no somos distintos de aquellos pero pareceremos lo mismo. Yo celebro hoy el punto de partida y cada momento que hubimos compartido. ¡Cómo no me voy a agrandar con amigos como vos, che!

En esta gran sala de espera, quiero que sepas que siempre mi corazón tendrá un rincón con historias por contar de nuestra amistad y con espacio en blanco para seguir componiendo algo que valga la pena leer 10 años después.

A Eli, Mara, Pedro y a la musa oriental (Chinokeys)

© 24/02/12 MJP, Bariloche – Argentina

Una Sangre


Hoy tenía el deseo de ir a donar sangre para el esposo de una querida persona que conozco. Tuve que completar una interminable lista de requisitos que abordan preguntas que en mi caso parecen absurdas y hasta graciosas. Que si tuve relaciones sexuales con un hombre en el último año; que si pagué por sexo; si me tatué, drogué, me horadé con un piercing; y así sucesivamente. La sangre es cosa seria y podría terminar complicando la existencia de los receptores en lugar de favorecerlos como es la intención. Yo tenía ganas de decir: “¿Acaso no saben cuál es mi estilo de vida?” Y al final tuve que salir desechado por la simple razón de un resfriado que parece estar más relacionado a las cenizas del volcán chileno que a otra cosa. Hace algo así como un año, en otro centro de salud de Bariloche, sí pude completar el proceso y mi sangre fue destinada para la delicada salud de un ex colega en el ministerio musical. Es un milagro que ese chico hoy esté vivito y coleando, y seguramente tocando la guitarra tan bien como siempre. “Tenés que estar sanito como un pajarito”, me dijo la enfermera hoy y me sentí discriminado por mi mero resfrío, aunque igual valoro profundamente mi estado físico y mi salud, que todavía me responde con el vigor de la juventud y salvo este extraño resfriado, no hay medicamentos, ni reposo, ni malestar en años redondos de mi calendario. Yo debo también ser consecuente con ello, porque no soy superman y mi cuerpo requiere de la debida atención, y los excesos, tarde o temprano, pasan factura. Estoy haciendo una inversión para mis años avanzados en materia de salud y cada tanto, me hace bien saber que mi buena salud puede brindarles un torrente de vida a personas menos afortunadas.

 

The Blood That Moves The Body es una de las canciones de mi adolescencia, del grupo noruego con el que hice mi primera incursión al idioma inglés cantado. Y después fui haciéndome una remota idea de lo que significa espiritualmente hablando la sangre, puesto que para expiar los pecados, el pueblo de Israel debía apelar a los sacrificios de animales. En la sangre estaba la clave. Eran ritos sangrientos y todavía se practican, aunque hoy es casi patrimonio del ocultismo y nosotros hemos obviado el tema para no causar malas reacciones, o quizás, por el cuidado de las personas que son impresionables (Me refiero a su referencia; no a su práctica). Los antiguos celebraban pactos de sangre cuando llegaban a un acuerdo que necesitaba contar con un sello irrefutable.La Biblia se divide en dos grandes secciones que se llaman Antiguo y Nuevo Testamento, respectivamente, y tienen justamente que ver con pactos, o acuerdos, o contratos, y la sangre está implícita en ellos. La especie humana proviene de una misma sangre, por más que hoy seamos negros y blancos, altos y bajos, gordos o flacos, judíos o gentiles. Eso es algo que parecemos olvidar a menudo porque llevamos la xenofobia cada día más incorporada a nuestros patrones de comportamiento.

 

Una sangre.

 

En la iglesia todavía escucho la estúpida canción que dice que con una sola gota de Su sangre bastaría para limpiar mi corazón, ignorándose olímpicamente con eso la analogía que existe entre lo que ocurre en un cuerpo natural y lo que sucede con el cuerpo de Cristo. Ninguna célula tiene la exclusividad sobre ninguna gota de sangre en mi cuerpo, como para que yo me las arregle con una sola gota de la sangre de Cristo. ¡Ignorancia RH positivo, brother! La sangre fluye en un torrente asombroso, llevando a cada rincón de mi organismo todas las propiedades que sirven al correcto funcionamiento de los distintos órganos vitales, y hace años ya que encontré una asombrosa revelación en la epístola que escribió el apóstol San Juan, en la que habla de que si tenemos comunión unos con otros, la sangre de Su Hijo (Jesucristo) nos limpia de todo pecado (véase 1 Juan 1:7); o sea, que el mismo hecho de estar insertado en el cuerpo hace que la sangre fluya, llevando nutrientes, generando anticuerpos para la defensa del organismo y también limpiando a cada célula de los desechos y hasta de células muertas. Y no es que me las dé de experto en anatomía, ni mucho menos, pero el apóstol, al escribir esta carta, conocía mucho menos el cuerpo humano de lo que hoy resulta de dominio público. Algunos pueden pensar que soy demasiado extremista al cuestionar una canción tan linda, pero cuando en el fondo de ese cantar se evidencia el profundo desconocimiento de un tópico fundamental en la vida cristiana, no puedo quedarme como si nada pasara. Si quiero que la sangre me limpie, necesito la comunión: la iglesia. No me gustaría terminar siendo de esas células que pasan a la historia porque murieron y ya no sirven en el organismo.

 

La cuestión fundamental es que continuaremos fallando y equivocándonos, y si no fuera por el nuevo pacto, nuestras pampas no sabrían lo que es ver a un rumiante pastando, porque no nos hubieran alcanzado las especies animales para limpiar nuestra conciencia de maldad. Yo peco, tú pecas, él peca; nosotros pecamos y ellos también. Y si quiero estar limpio, no me sirve cantar esa estúpida composición, pues con la comunión logro que la ley natural también surja efecto en el mundo espiritual. Leí un muy buen libro que habla sobre la persona del Espíritu Santo, en un lenguaje muy sencillo y comprensible, y se habla de lo saludable que necesitó ser Jesucristo para ofrecerse en sacrificio por nuestros pecados. Si fuera que pudiéramos recibir una transfusión de Su sangre, no habría enfermedad que se resistiera a Su poder, y justamente, hay allí una clave muy importante para nuestro diario vivir. El diablo hará todo cuanto pueda por velarnos esa verdad y engañarnos con sus ardides. Y mi madre está leyendo a una de sus autoras favoritas, que es una admirable maestra de las Escrituras, que dedica un libro a tres partes esenciales para el caminar en victoria: La Palabra, El Nombre y La Sangre. A mí me da mucho gusto verla cultivarse y aprender principios tan importantes, aun cuando a ella siga pareciéndole agradable la canción aquella de la gota. La tesis de este libro es que si en el cielo, esos tres elementos son imperativos para hacer guerra y vencer, también en la tierra necesitamos entender el valor que hay en ellos.

 

Yo tomé de soslayo el libro y leí apenas los 3 primeros capítulos, pero entiendo que hay misterios por descubrir encubiertos en el registro de las Sagradas Escrituras, que si las ignoramos es porque nos interesan poco. El cuerpo de Cristo necesita cada día del torrente sanguíneo y no necesitamos de una transfusión Suya, porque con ser parte del cuerpo, ya está incluido en el combo el fluir de esa preciosa sangre que le recuerda a Dios que el precio de todos nuestros pecados ya fue saldado en la cruz en que murió Su Unigénito.

 

Y en este artículo hay una ley fundamental de por qué es tan necesaria la vida de iglesia, a pesar de todo lo defectuosa que pudiera parecernos; de hecho, nosotros mismos no somos perfectos como para demandar tanto a los demás. El hecho es que como célula aislada del cuerpo, no puedo pretender tener vida en Su Nombre, y lamentablemente hay hoy muchos que suponen que su alejamiento no es tan perjudicial porque todavía oran, leen las Escrituras, cantan unas canciones, siguen creyendo en Dios y etcétera.

 

Siempre guardo el recuerdo de una anécdota leída en un devocional hace casi una década, que habla de un pastor que visitó a un feligrés que había estado ausentándose. Este lo recibió en casa en una fría noche y ambos se sentaron frente a la hoguera sin intercambiar palabras, mientras el fuego ardía vivamente provocando un estallido de chispas, sonido y color en el silencioso encuentro. El pastor tomó las pinzas y con ellas tomó a uno de los carbones y lo apartó lejos del fuego. Mientras el fuego seguía ardiendo, el carbón poco a poco se fue apagando hasta extinguirse completamente su fuego. El ministro decidió que era tiempo de irse y al despedirlo, el miembro le agradeció por el sermón silencioso y prometió verlo en el servicio dominical.

 

Creo que de nada le serviría al carboncito ponerse a cantar que una sola chispa le serviría para mantener viva la llama. Nosotros tenemos una sola vida para hacer lo que debemos, y a veces hacemos lo que no nos conviene, pero a pesar de nuestras debilidades y flaquezas, la vitalidad espiritual está en perseverar en una iglesia, donde no solamente cae una gota, sino que fluye el torrente sanguíneo para limpiarnos de todo pecado, para así estar en luz.

 

Como Bono, también aprendí que no se trata de jugar a ser Jesús porque hasta aquí, resucitar a un muerto me queda demasiado grande. Me ha tocado sorprenderme de cómo impacto una vida con pequeños detalles, como compartir unas preguntas, llevar sus cargas, o hablar de asuntos que son mis dilemas no resueltos para encontrar a la vuelta del tiempo que me dicen que nunca olvidaron el consejo que les di, cuando en realidad era una forma de exteriorizar a los leprosos de mi cabeza. Allí entiendo que el amor cubrirá multitud de faltas y que sin importar mi condición particular, hacer volver a un extraviado es algo así como ganar un Grammy en el reino de los cielos. Es que se trata de esa comunión que no se logra simplemente cantando una canción.

 

© 29/11/11 MJP, Bariloche – Argentina

Mejor es lo auténtico


No es sencillo asimilar el hecho de que tu grupo de rock favorito en tus años de adolescencia vaya en contra de los principios que te rigen como ciudadano del reino de los cielos, y mucho menos, cuando en esa etapa en particular de la historia, todos nuestros esfuerzos estaban enfocados en encontrar lo demoníaco en todo lo que fuera parte del mundo. No ayuda para nada el hecho de que el líder de esa banda se vista de diablo y haga su mejor representación en escena y fuera de ella, para dar la imagen de lo lejos que te puede llevar la fama en el hedonista mundo secularizado de finales de siglo. Habíamos atravesado ya todo lo imaginado como civilización, pero el futuro estaba ahora a la vuelta de la esquina y los años que sirvieron tanto a la ciencia ficción ahora se convertirían en nuestro tiempo presente. El siglo XX, después de dos guerras mundiales de corte apocalíptico y la época de revolución juvenil experimentada con esa generación que surgía como consecuencia de tanto desmán provocado en la familia por estos conflictos bélicos, llevaron al colapso de la sociedad contemporánea, cuando el nuevo siglo se avecinaba con las típicas amenazas sensacionalistas de catástrofe mundial y el presagio de que ya no hay esperanza para el porvenir de un mundo que avanza a pasos agigantados hacia su autodestrucción. Yo me fui despidiendo del siglo en un abandono completo de todo lo que consideraba mundano, porque a comienzos del año 94 había decidido rendir mi vida al señorío de Jesucristo. Ya antes de eso, estaba acusado por mi conciencia religiosa por seguir la corriente de la banda irlandesa que parecía haber llegado a la personificación de lo que se decía entre tertulias y prédicas, en cuanto a los pactos satánicos que hacían los artistas de los más variados géneros musicales. Hoy entiendo que cuando la ignorancia rige tu destino espiritual, es mucho más fácil satanizar todo lo que te rodea, y nadie se escapa a tu santo dedo índice. Me sorprende que ese mismo patrón siga repitiéndose cuando ya dejamos una década atrás del nuevo milenio y siendo que ya no estamos tan aislados como cuando nos atrincherábamos de tal forma que nada más nos importaba ante el inminente regreso de Cristo por Su Iglesia. Vivimos por mucho tiempo ya mostrándole al mundo nuestra intolerancia e indiferencia como para merecer que venga el Señor por nosotros. Se supone que cuando Él vuelva,la Tierratoda estará alcanzada por la gloria de un avivamiento que todavía no parece ser más que un anhelo profético.

 

Perdimos terreno en todo este tiempo y nos parecemos demasiado al pueblo de Israel que tenía que conquistar todo el territorio, y en lugar de hacerlo, camuflamos nuestro temor claustrofóbico abandonando todo desafío que requiera de la presencia cristiana en nuestra cultura. Y como si todo eso fuera poco, la división que nos caracteriza es idéntica a la del tiempo de los Jueces de Israel, en que cada uno hacía lo que bien le venía en ganas. Queremos cuidar nuestro pedacito de terreno y nos peleamos por la primera ovejita que se nos escapa del redil nuestro a otro, porque no somos capaces de hacer autocrítica y de entender que la gente se frustra y se desnutre entre nuestros gritos de júbilo y mensajes prefabricados que no están adecuados al tiempo que vivimos.

 

¿Y qué tiene que ver en todo esto U2?

 

Fueron pasando los años y hasta los encontré en un punto dentro de las distribuidoras cristianas de Argentina que no sabían si entraban o no en el Canon sagrado de los productos de nuestra subcultura. Bono se mantuvo vigente para el mundo como un evangelizador rockero que hacía su activismo social, mientras que para los cristianos se nos había extraviado el pibe que tenía un cierto grado de convicciones espirituales tras pertenecer a la comunidad Shalom hasta principios de los 80. Han pasado 30 años desde el lanzamiento del disco October y me sorprendo que esos pibes irlandeses hayan tenido la habilidad de salir a revolucionar el mundo con canciones como 40, la cual está inspirada en el Salmo que tiene ese número. “Pacientemente esperé a Jehová y Él se inclinó a mí y oyó mi oración”. Y entonces, ¿qué respuesta tiene la iglesia como para tener embajadores suyos en lo más encumbrado de las artes? Hicieron pacto con el diablo. Sino, ¿cómo se explica el personaje de MacPhisto? Bono es mucho más astuto de lo que mi mente adolescente pudiera comprender. Cuando después de unos años, volví a escuchar música no cristiana, la canción del disco The Joshua Tree que se llama Trip Through Your Wires o I Still Haven’t Found What I’m Looking For, tenían secciones no cantables para un cristianeitor. En estadios de todo el mundo las personas que nunca entrarían en nuestra liturgia cantaban los himnos que la banda musicalizaba como para que hasta mi tío que se manifiesta ateo las tenga en su propio canon. Alguna vez lo dejé en jaque y no en el tablero de ajedrez, sino en cuanto al hecho de que me explicara cómo es que escuchaba semejantes canciones que tenían una lírica tan sagrada. Es que el personaje de MacPhisto quería enseñarnos hasta dónde hemos llegado como sociedad y el pibe supuestamente ególatra representaba un papel que en la vida real de las personas que lo viven tal cual a su personaje, se nos hace difícil distinguir. ¿Qué sabemos del hedonismo los cristianos? La mayoría de los jóvenes a los que los pongo contra las cuerdas de su cuadrilátero, no sabrá responderme. Sospechará que es algo que no es muy bueno que digamos, pero no mucho más que eso. Y mi gran dilema es saber cómo es que pensamos conquistar al mundo con el evangelio de Jesucristo si no tenemos siquiera las tres primeras letras del alfabeto espiritual aprendidos. Es entendible que terminemos viendo demonios hasta en la ensalada de frutas, pero la realidad es que vamos hasta perdiéndonos nosotros mismos porque la decepción de nuestra manipulación nos desenmascara y las personas descubren nuestra profunda frustración espiritual que no hace nada mejor que mirar la paja en el ojo ajeno, denunciando la perdición de este mundo, cuando en realidad, la idea de Dios ha sido, justamente, salvarlo.

 

Y no estoy buscando adeptos a la banda irlandesa porque no pasa por allí la cuestión, sino el llamado a entender que necesitamos arraigarnos mejor a la verdad del evangelio si es que pretendemos sobrevivir a estos tiempos llenos de oportunidades para un pueblo que tiene que alumbrar con la luz de Cristo a las naciones. Y también, es preciso que dejemos esa cacería de brujas para los libros de historia, porque tendríamos que tener presente lo que sucedió en tiempos en que a los supuestos herejes se los quemaba vivos, o se los torturaba de modo criminal hasta la muerte en nombre dela Sana Doctrina.Estuve relacionando mucho aspectos que tienen un paralelo sorprendente entre lo que nos deja el registro bíblico y lo que sucede hoy, y destaco el hecho de que nos es siempre mucho más sencillo acomodarnos en las butacas de la religiosidad y quedarnos sin molestar a nadie y sin que nadie nos moleste a nosotros, y de ese modo, en el reino espiritual nuestro nombre es una verdadera incógnita.

 

Estuve pensando en José, el soñador, que vendido a Egipto como esclavo, mantuvo su integridad por largos y solitarios años, sin que haya nadie a quien tuviera que rendirle cuentas. Me gustaría saber si yo sería capaz de, excomulgado de las filas del pueblo de Dios y terminando en el mundo sin ningún hombro en el que apoyarme cuando el peso de la vida me sobrepasara, mantener mi integridad, hasta el punto de terminar trabajando para el mismo diablo puesto que había un propósito harto más complejo de lo que sería capaz de entender en una vida de teología. Algo de eso es lo que puedo percibir en la vida de los chicos irlandeses y eso me motiva a seguir siendo distinto y auténtico en el mundo en que el hedonismo se nos  termina infiltrando hasta hacernos olvidar qué significa vivir como extranjeros en nuestras propias tierras, porque no pertenecemos a este mundo, aunque se supone que tenemos que ser embajadores y representar como agentes pacificadores que anuncien que Dios tiene el profundo deseo de reconciliarse con nosotros, a pesar de nuestra humana y perversa condición, y que para eso tomó la iniciativa de enviar al mundo a Su propio Hijo, y que ahora es a nosotros que se nos confió ese ministerio de la reconciliación. Y confrontándonos con todo lo que no encuadre a nuestra concepción, difícil es que logremos avanzar en nuestra misión.

 

También he venido considerando por años que la forma de nuestra liturgia no ha contribuido en mucho a parecernos al inicio de esta sagrada institución que comenzó humildemente pero con poder celestial en el Aposento Alto. Es difícil romper con los patrones establecidos y para muchos es mejor quedarse en silencio, sin decir nada, y continuar como sea que lo dicte la historia, pero se olvida que a la historia la fuerzan a virar de dirección la gente de propósito.

 

No sé si hubiese llegado a comprender la misión de Bono, al vestirse como el diablo y a representar lo más trágico de la vida de un artista, que es a lo que muchos hemos aspirado en nuestros reprimidos sueños. ¿Qué tan preparado estoy para la fama? ¿Sé a lo que me expongo, buscando llegar a la cima del mundo? ¿Qué hay en la cima del mundo? ¿Quién me ayudará cuando llegue allí?

 

Parece que la mejor respuesta a esas preguntas la tuvo el pastor de ovejas devenido en rey de Israel, a quien Bono considera como el Elvis Presley de las Escrituras:

 

“Alzaré mis ojos a los montes. ¿De dónde vendrá mi socorro? Mi socorro viene de Jehová que hizo los cielos y la tierra. No dará tu pie al resbaladero, ni se dormirá el que te guarda”.

El mundo actual tiene todas las ofertas virtuales para ofrecernos, pero hay algo mejor que lo auténtico. ¡Llévame más alto! ¿Puedes llevarme más alto? ¿Me llevarás más alto?

 

Hubiera sido mejor que a Elvis se lo considerara el David del siglo XX, pero su arte estaba hecho para trascender los muros de nuestras iglesias. “Yo quiero derribar los muros que me mantienen dentro”, dice la canción Where the Streets Have No Name. Es posible que Bono nunca se haya animado a pensar que él mismo ha recibido la antorcha de aquel pastor de ovejas que por causa de la envidia atroz que le tenía el ungido de Dios, terminó huyendo por el desierto, escondido en cuevas, pasando como loco ante pueblos enemigos y que así era como tenía que aprender a dejar su huella en la historia.

 

“Me uniría al movimiento, si solo hubiera uno en el que pudiera creer…” (Acrobat, Achtung Baby!)

 

Parece ser excluyente para un héroe de la fe, vivir la soledad y el desprecio de los que han sido establecidos y reconocidos como ministros, y estar dispuesto a sostener las convicciones de la fe hasta el fin del mundo.

 

Hay Uno que prometió estar en todo momento del proceso.

 

©26/11/2011 MJP | San Carlos de Bariloche, Argentina